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El Ejercito ha vuelto a la calle, el discurso de “besos y abrazos” ha resultado un fracaso, con record de homicidios durante el 2019, la pandemia atrae otra ola de violencia intratable y desairada ante la flexibilidad que demuestra un Gobierno evidenciado
00:06 lunes 29 junio, 2020
ColaboradoresDicen que a las balas no hay que tenerles miedo, sino a la velocidad con la que vienen… el atentado sufrido por Omar García Harfuch se suma a la larga lista de intentos de intimidación que día a día azotan al país, el jefe policial de Ciudad de México pudo salir ileso y el mensaje de la delincuencia organizada quedó plasmado en titulares intimidantes. El Ejercito ha vuelto a la calle, el discurso de “besos y abrazos” ha resultado un fracaso, con record de homicidios durante el 2019, la pandemia atrae otra ola de violencia intratable y desairada ante la flexibilidad que demuestra un Gobierno evidenciado. La liberación de Ovidio Guzmán y la deferencia al cártel de Sinaloa ha sido cuestionada en todos los medios, muchos no entendemos como la Guardia Nacional se ha convertido en una estructura policiaca y militar expectante que campea por doquier, sin frenar la ola de muertes ni haber obtenido la detención de ningún capo importante. La apuesta del gobierno federal para enfrentar la inseguridad se centra en el despliegue de las fuerzas armadas en el territorio nacional, aunque al Ejército se le han encomendado otras tareas como apoyo para atender la pandemia del COVID-19, frenar la migración centroamericana hacia Estados Unidos y el combate al robo de hidrocarburos, las tareas de pacificación no dan resultados. Desplegados en el país 69,279 soldados (51% de los 135,146 militares ), resulta imposible entender la falta de resultados, las estrategias son erróneas y el doble discurso sigue haciendo un daño mortal a la certidumbre social. Muchos recriminan a Felipe Calderón la lucha al narcotráfico y la delincuencia organizada, aquella declaración de guerra puso al país en una situación más que complicada, un debate entre el deber y el poder con una desigualdad total. Poco tardó en ponerse de moda “la Reina del Sur”, “Cartel de los Sapos” y el “Señor de los Cielos” , arraigando en las nuevas generaciones el poder del dinero, las armas y la prepotencia. Ese arraigo hoy en día cuenta con una mayor capacidad, la edad y alcance han crecido, el problema aumenta y la flexibilidad y tolerancia alimenta cada vez más su poder. El país está fraccionado, cada brote de violencia, aunado a la patética política económica nacional, hace más complicado el control y garantía de paz, algo de lo que nos arrepentiremos al perder competitividad y capacidad de atracción en las inversiones que puedan ayudar a revertir una crisis latente. COVID dejará a su paso una ola de problemas que requerirán una administración eficiente: migración, salud, presupuesto, empleabilidad, balanza comercial y un sin fin de duras pruebas serán promotoras inevitables de una violencia que, si a la fecha alcanza cifras históricas, no le quiero contar como se presumen en un futuro cercano. Mientras la ciudadanía está “distraída” con la política de semáforos sanitarios y las estadísticas erróneas de López Gatell, el crimen organizado no respeta la cuarentena colocando a México en un escenario adverso ante la crisis de inseguridad, la necesidad económica y la pérdida de empleos. Estamos inmersos en una crisis de violencia, el escenario se ve aún más complicado que 2019 con el aumentado de secuestros, extorsiones, robos y homicidios… Y vendrán elecciones municipales, estatales y con ello la vuelta a un “más de lo mismo”. Promesas y valentías mal interpretadas, enfoques de esperanza con capacidades de pobreza, olvidos permitidos y realidades mal encauzadas. Miles de homicidios siguen sin esclarecerse, se sabe quién y cómo, pero el cáncer ha hecho una metástasis en todas las instituciones capaces de propiciar justicia, una dolencia brutal que terminará en una muerte anunciada. La medicina parece causar ceguera, besos y abrazos no resultaron estrategia sino condolencia, a fin de cuentas a todo cerdo le llega su San Martín. Javier Rueda
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