Los recientes movimientos telúricos y su sentir en la zona metropolitana capitalina viene a confirmar lo que se había dicho por años y que no habíamos reparado: San Luis es tierra sísmica. Esto debe de obligar a las autoridades gubernamentales y municipales a voltear a ver y de verdad, la concesión de permisos en lugares donde el riesgo, conforme pasen los años, pueda ser perjudicial para quien pretenda “sentar sus reales”. Tanto el constructor como el comprador. La triste historia se refleja en casos como el Colegio Rébsamen en la Ciudad de México, donde la tragedia y pesadilla se volvió real al caer encima de ellas y ellos, toneladas de construcción que fueron autorizadas sin ningún control y al destajo por autoridades indolentes, cuyo único interés era eso, el interés. Enrique Galindo y Leonor Noyola, por ejemplo tienen una gran responsabilidad en el armado de sus gabinetes y no debe ser cosa menor. El titular de las áreas de construcción y permisos que los municipios otorgan, debe de ser conscientes de este tema.  Y no es para menos. El riesgo ya es latente.  Lo dicen los expertos, puede ir subiendo tanto el tono como el peligro. Los nuevos alcaldes deben estar pensando en buscar la asesoría de los que saben sobre el tema y el riesgo territorial de San Luis como zona sísmica. Tanto para lo que vayan a firmar hoy, como mañana. Así de claro y responsable. Hasta mañana…