El arzobispo emérito de Washington, Theodore McCarrick, quien fuera uno de los clérigos más poderosos de Estados Unidos, ha sido expulsado del sacerdocio y reducido al estado laico, la pena más dura que contempla la ley canónica, después de ser acusado de abusos sexuales a menores y seminaristas. Se trata de una decisión sin precedentes en la historia reciente de la Iglesia católica y que se conoce a las puertas de que se celebre en el Vaticano una importante cumbre contra los abusos dentro del clero. La Congregación para la Doctrina de la Fe considera a McCarrick culpable de haber abusado de menores y adultos con el agravante de abuso de poder. Y por ese motivo le impone la pena más alta posible para un religioso: la reducción al estado laical. La sentencia es inapelable. Según informó la oficina de prensa de la Santa Sede en un comunicado, "el Santo Padre reconoció la naturaleza definitiva, de acuerdo con la ley, de esta decisión, que hace que el caso sea resulto, es decir, no sujeto a una nueva apelación". La decisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe que dirige el cardenal español Luis Francisco Ladaria, llega después de que el papa Francisco ordenase el año pasado una investigación sobre la conducta presuntamente inapropiada del religioso, a quien el pontífice había apartado del Colegio Cardenalicio y de sus funciones hasta que se aclarasen las acusaciones contra él en un juicio canónico. Theodore McCarrick (Nueva York, 1930) fue ordenado sacerdote en 1958 y nombrado obispo auxiliar en 1977. Entre el año 2000 y hasta su jubilación en 2006 fue arzobispo de Washington, probablemente el cargo con más poder de la Iglesia católica en Estados Unidos. En 2001 alcanzó el rango de cardenal de la mano de Juan Pablo II y cuatro años más tarde participó en el cónclave en el que resultó elegido Benedicto XVI. Fue precisamente en esos años cuando empezaron a salir a la luz algunas denuncias por abusos cometidas durante su etapa como sacerdote. Las víctimas eran principalmente seminaristas con los que el religioso habría mantenido relaciones sexuales aprovechándose de su posición de poder y jóvenes de familias que frecuentaban la Iglesia y que solían referirse al sacerdote como "tío Ted". La primera denuncia pública por abuso sexual fue presentada en 2008 por un ex sacerdote en una carta abierta dirigida a Benedicto XVI. Entonces McCarrick ya estaba retirado y el papa emérito le exhortó fuertemente a no aparecer en actos públicos "para no alimentar nuevos rumores", según una misiva publicada a finales del año pasado por el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación de Obispos. Pero lo cierto es que McCarrick continuó con una activa vida social. El caso no explotó hasta el año pasado cuando salieron a la luz pruebas consideradas creíbles de abusos sexuales a un adolescente cometidos hace casi cincuenta años. El Papa aceptó su renuncia y le retiró del cardenalato. Una dura sanción que convirtió al anciano ex arzobispo en el primero en casi un siglo en perder su birrete cardenalicio. Francisco le prohibió participar en cualquier actividad o ministerio público y le ordenó conducir una vida de oración y penitencia. Desde entonces, vive recluido en un convento de capuchinos franciscanos en Estados Unidos. La ejemplar sanción impuesta por el papa Francisco no impidió que en agosto del año pasado, el ex nuncio en Estados Unidos Carlo Maria Viganó, acusara públicamente al pontífice de haber ocultado los abusos del purpurado y exigió su renuncia. La acusación sin pruebas de Viganó desencadenó un duro ataque contra Bergoglio por parte del sector más conservador dentro de la Iglesia católica estadounidense, contrarios a las reformas iniciadas por el papa argentino. Con esta sentencia se cierra de momento uno de los casos de abusos dentro del clero que más ha hecho temblar los muros vaticanos. No sólo porque salpicara a un alto cargo sino porque según algunos testimonios, el comportamiento del prelado era de sobra conocido por sus superiores y la Santa Sede estaba al corriente de las acusaciones contra él meses antes de que McCarrick fuera creado cardenal, lo que no impidió su ascenso en las altas jerarquías católicas. Sólo durante el pontificado de Bergoglio llegaron las primeras sanciones: la expulsión del colegio cardenalicio y ahora del sacerdocio. El caso McCarrick estará seguramente muy presente durante la cumbre que a partir del jueves reunirá en el Vaticano a los presidentes y delegados de las conferencias episcopales de todo el mundo para reflexionar sobre cómo prevenir y afrontar los casos de abusos sexuales dentro del clero. Pero sobre todo cómo impedir que casos como el del ex cardenal puedan ser silenciados y encubiertos por quienes deberían ser los primeros interesados en hacer limpieza. No es casual que, según se ha anunciado, la cumbre girará entorno a tres principios: responsabilidad, rendición de cuentas y transparencia.