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En días pasados revisé un artículo en el que encontré esta cita: “Muchas decisiones están basadas en creencias relativas a la probabilidad de eventos inciertos, como el resultado de una elección… o el futuro valor del dólar”.
22:10 jueves 1 marzo, 2018
ECONOMÍA CONDUCTUAL“Nada es perfecto. La vida es desordenada. Las relaciones son complejas. Los resultados son inciertos. Las personas irracionales.” Hugh Mackay, psicólogo, sociólogo e investigador australiano
En días pasados revisé un artículo en el que encontré esta cita: “Muchas decisiones están basadas en creencias relativas a la probabilidad de eventos inciertos, como el resultado de una elección… o el futuro valor del dólar”.
Y no se trata de un artículo reciente publicado en algún medio mexicano y algo oído en alguna de las conversaciones familiares o de trabajo en las que estos dos temas aparecen de forma constante.
Se trata del inicio del artículo Judgment under Uncertainty: Heuristics and Biases,
publicado en 1974 por Amos Tversky y Daniel Kahneman (premio Nobel de Economía).
En este artículo los autores analizaban qué procesos llevamos a cabo las personas para tomar decisiones, particularmente en momentos en los que enfrentamos escenarios que consideramos inciertos.
En el artículo se describen tres sesgos heurísticos que, a reserva de simplificar, pueden ser definidos como atajos mentales que las personas tomamos para ayudarnos a decidir y que, frecuentemente, generan percepciones equivocadas que conducen a decisiones también inadecuadas.
El primero sesgo se refiere a la “representatividad”. Ello se refiere a cuando, ante situaciones desconocidas, tratamos de decidir cuál es la probabilidad de que una persona o situación se parezca o represente algo que ya conocemos y, con base en ese conocimiento previo, podamos tomar una decisión. Ello implica que, en situaciones de incertidumbre, tendemos a asignar condiciones o características que ya conocemos de antemano a una nueva condiciona o persona y, en función de ello, tomar una decisión.
En México, por ejemplo, particularmente en temas relacionados con el tipo de cambio, hoy las familias siguen en momentos de incertidumbre tomando decisiones recordando contextos que consideran similares como las devaluaciones ocurridas hace algunas décadas. Sin embargo, en este caso, este proceso es completamente inadecuado, porque si bien existen fenómenos comunes, ni las condiciones del entorno económico son similares, ni las características y desempeño de la moneda mexicana en mercados internacionales se parecen a las de entonces, ni la estructura misma de los movimientos cambiarios son equivalentes. En ese sentido, claramente utiliza referencias de algo conocido del pasado resulta contraproducentes. Tan sólo el año pasado, muchas personas que en el arranque del año vieron un proceso acelerado de depreciación del peso, compraron dólares sólo para encontrar que un año después el valor del tipo de cambio se encuentra en niveles incluso inferiores a los que adquirieron dicha moneda.
Lo mismo ocurre hoy en muchos de los juicios que escuchamos de manera cotidiana en relación con el próximo proceso electoral. Se hace referencia a condiciones que pensamos son representativas o que pueden ser equiparables, ya sea del pasado o de otras condiciones, sin mediar un juicio crítico al respecto que evite generalizaciones que no ayudan a tomar una decisión adecuada.
Un segundo sesgo que se describe se refiere al sesgo de “disponibilidad”. Ello se refiere a cómo la información que tenemos más disponible es la que utilizamos para juzgar la probabilidad de que ocurra un evento, aun cuando no necesariamente el que se trate de información cercana y disponible implica que sea correcta. Nuevamente, en ocasiones tomamos información cercana de personas o fuentes poco fiables, para construir nuestro propio proceso y criterios de decisión, lo cual evidentemente limita la posibilidad de que nuestro juicio sea correcto
Si bien este tipo de mecanismo frecuentemente es útil para tomar decisiones cotidianas, cuando se trata de temas complejos que requieren más información y una mayor profundidad de análisis, resultan contraproducentes y generan errores de juicio y decisión.
De ahí la importancia de que, tratándose de decisiones financieras y económicas o, incluso políticas, invirtamos el tiempo necesario para allegarnos información confiable y eliminar la predisposición a juzgar los eventos o circunstancias con base en cosas que creemos conocer del pasado, para buscar ahora tomar las decisiones puntuales que, de manera objetiva, más se ajusten a nuestras necesidades y objetivos futuros.
El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, columnista en El Economista y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares