Vínculo copiado
Es una construcción de dos pisos, en obra negra, hay una televisión, dos camas, un sillón, un baño con un escusado. Era la esperanza de una pareja con dos hijos para construir el futuro. Pocos pensarían que esa es la casa de los horrores, un lugar donde una joven mujer fue víctima de secuestro, torturas y vejaciones. La ilación de este relato es escalofriante.
21:38 lunes 30 octubre, 2017
ColaboradoresEs una construcción de dos pisos, en obra negra, hay una televisión, dos camas, un sillón, un baño con un escusado. Era la esperanza de una pareja con dos hijos para construir el futuro. Pocos pensarían que esa es la casa de los horrores, un lugar donde una joven mujer fue víctima de secuestro, torturas y vejaciones. La ilación de este relato es escalofriante. Desde que ella escapó de manos de su captor, él fue detenido por portar armas de uso exclusivo del ejército, y liberado inmediatamente, se desconocen los motivos; él sigue buscando a su presa, acecha a la familia, la hostiga, quiere terminar lo que empezó. Un día sábado, del pasado mes de mayo, ella estaba separada momentáneamente de ese hombre que la tundía a golpes un día sí y otro también; cada vez que lo dejaba, él la buscaba sumiso, amoroso, pedía perdón, prometía guardar los puños, pero en verdad los escondía. Después de que su hija naciera, los celos y golpes arreciaron, hasta que llegó el día y la noche en que este hombre la encerró en una casa que estaba en obra negra, en un intento de reconciliación llegaron ahí por la tarde, para que ella viera cómo él había trabajado para levantar la edificación, un nido de amor que derramaría sangre. Él controlaba todos sus movimientos, la relación con su familia, con amigas, los celos regían su estado de ánimo. Desde que se conocieron él dejó ver que era celoso, después de ocho meses de salir se fueron a vivir juntos, no la dejaba ver a sus hermanas, ir a casa de sus padres, la llevaba al trabajo, iba por ella, le quitaba su salario. Se volvió una marioneta, vivía aterrada y paralizada por el miedo. Esa tarde, ella recibió un mensaje en el teléfono, él lo vio y su rostro se transformó, asumió que era un hombre y vino el primer golpe, la cachetada, el puño, la patada, 24 horas de palos, violaciones, de horror. Secuestrada, sin poder moverse, ella apenas escuchaba frases como “no te di permiso que te sientes”, “quiero que la gente te vea así como estás y quiero que te pregunten qué te pasó y tú responderás: por andar de puta”. Llegaron a tal nivel los golpes que ella se desmallaba y él esperaba que despertara para volver a noquearla. La amenazaba con quitarle a su hija, y le decía “si te voy a matar, pero cuando y como yo quiera, ¿te corto en pedacitos o te echo ácido?, si crees que este es un infierno, te falta todavía más”. Le apuntaba con pistola y disparaba a centímetros de su cabeza, ella recuerda que olía a pólvora y pelo quemado. Antes y después de reiteradas violaciones, él le decía “siempre vas a ser mi perra”. Ella, entre asco y miedo se preguntaba cómo alguien que la había golpeado tanto, la podía tocar sexualmente, penetrar, mallugar más su cuerpo amoratado, adolorido y sangrante. Así se sucedían las horas, ya era domingo por la mañana. Ella si creyó que eran los últimos momentos en que estaría viva, que no vería otra vez a sus hijos. La “casita” se ubica en una zona despoblada, ubicada en un municipio conurbado de la capital potosina, por más que ella gritara, nadie oiría. La sacaba desnuda y la arrastraba por piedras, cactus y matorrales. Hubo un momento del domingo, después de que pasaran tantas horas de dolor, él se queda dormido y ella toma a su hija y camina con la fuerza que le queda a casa de sus padres. Ahí, la trasladan al hospital, cuando el médico la ve le dice “casi te mata, debes denunciar”. ¿Cuántos delitos se cometieron a lo largo de ese cautiverio? Secuestro, tentativa de feminicidio, de homicidio, violación. Pero como siempre en México, en San Luis Potosí, ellas son las que se tienen que esconder, y ellos, los delincuentes, los violadores, los feminicidas, los abusadores, los golpeadores, ellos quedan libres. Estando en el hospital, la hermana que se queda esperando afuera ve llegar al agresor gritando “donde está”, ella dijo que habían ido al hospital porque su madre estaba enferma. Adentro, cuando la víctima se entera empieza a temblar otra vez, la sacan como pueden por la puerta de emergencia del lugar, la acomodan donde se ubica la llanta de refacción y ponen un tapete encima. En camino, el hombre se da cuenta y les da alcance, les echa la camioneta, fuera de sí. La familia, para poder llegar a su casa, llama a la policía municipal, cuando llega detiene al agresor, lleva en el interior de su vehículo, armas de uso exclusivo del ejército, por ese motivo es detenido. Una mujer policía se asoma a la camioneta donde va aquella mujer, hecha un ovillo de golpes, la ayuda a salir y le repite la misma frase del médico “casi te mata, debes denunciar”. Esta joven mujer de 26 años ahora está protegida. Y cada día respira hondo sabiéndose viva, pero ahí está el miedo, se pregunta y me pregunta: “¿por qué yo debo vivir escondida y él libre? Dice que las películas de miedo no son las que se ven en la televisión o el cine, “la verdadera película de terror es la que pasa por mi mente, son las imágenes que guardo de ese sábado y domingo, ese es el verdadero horror”. Los meses pasan y la inacción de la justicia potosina se hace presente, si bien es cierto que en un primer momento la vio con agilidad el médico legista, la trataron bien y con diligencia, la enviaron al Hospital Central, levantaron la denuncia y después….. el silencio. Nada…. Pasa nada….no avanza. Esa es la autoridad en el estado de SLP. Y eso que San Luis Potosí está en alerta de género!!! La violencia contra las mujeres es invisible ante los ojos de las autoridades que son responsables de perseguir el delito, de atender a las víctimas, incluso, lastimosamente, para la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, para el Centro de Justicia para las Mujeres y qué decir del Instituto Estatal de las Mujeres, mudo de compromisos y acciones de fondo. Muchas mujeres ahora denuncian, pero la integración de la carpeta debe ser inmediata y en este estado no es así: Un solo ejemplo: para la carpeta es fundamental el peritaje psicológico y tardan meses en darles la cita. Éste es un relato construido sin el lugar donde ocurrieron los hechos, ni el nombre la víctima para preservar su identidad. Y tú ¿qué opinas? @Pfloresblavier