Las elecciones provocan interpretaciones más fundadas en visiones y percepciones, filias y fobias, que en datos reales sobre la situación política de país.

Abundan quienes ven una contundente derrota del partido en el gobierno y quienes ven una victoria contundente del partido en el poder.

Pero, por ejemplo, comparar los votos recibidos por el partido mayoritario, con los que obtuvo en 2018 es incorrecto; la participación en elecciones intermedias es significativamente menor. Evidentemente, si hay un efecto de reducción de votación asociada al ejercicio del poder, pero esta no es de la magnitud que algunos señalan.

Tendrá una menor participación de diputados al Congreso federal el partido gobernante; pero ello es tanto por una reducción de votos como por el cambio (ahora sí apegado a la norma constitucional), en los criterios de asignación de sobrerrepresentación.

Habrá una reducción del tamaño de la mayoría simple que tiene hoy el partido en el pode. Se reducirá el porcentaje de los diputados que suman el partido mayoritario y sus aliados en la legislatura. Hasta ahora, esta alianza les permitía tener además de la mayoría simple, la mayoría absoluta (más del 50 por ciento más 1 de los diputados) que siguen conservando; pero perderán lo que en términos constitucionales define como mayoría calificada - las dos terceras partes de los diputados. Esto último es relevante, ante el hecho de que el Gobierno había señalado reiteradamente su intención de realizar cambios que implicaban cambios constitucionales.

Hoy, esa posibilidad, atendiendo estrictamente a las alianzas establecidas, ya no existe, a menos que el Gobierno y su partido logre pactar con fuerzas independientes, como Movimiento Ciudadano o que logre cooptar parte importante de la votación del PRI.

Por lo que se refiere a la votación de gubernaturas, evidentemente el partido en el poder resulta el absoluto ganador.

En la Ciudad de México se ha dado una sobre simplificación de los resultados al pretender que se observa una división en términos del nivel de riqueza o pobreza de las delegaciones en la Ciudad de México, de acuerdo con el resultado electoral. Ello es incorrecto.

Por lo menos dos de las delegaciones en que resultó ganador la oposición, Tlalpan y Álvaro Obregón, aparecen entre las primeras delegaciones con mayor porcentaje de población en pobreza extrema. El que algunas colonias del poniente tengan niveles de ingreso elevados, no compensa la densidad de población de las colonias de menor ingreso de esas mismas demarcaciones.

Existen además datos de desigualdad que muestran que el coeficiente Gini (que mide la desigualdad de ingresos) entre delegaciones de las que ahora se quieren marcar como ricas o pobres, no es significativo.

Evidentemente hay una pérdida del control que el partido en el poder (con su evolución política) tiene desde hace casi dos décadas de la Ciudad de México. Fue una ciudad muy golpeada por la pandemia y con niveles de socialización política y de comunicación de descontento más amplios ente algunos sectores (particularmente medios).

Como en casi todos los fenómenos sociales, políticos y económicos de un país como México, las explicaciones son mucho más complejas de las que se alcanzan a ver en un post de Facebook.

Quienes son ganadores claros son: la ciudadanía que organizó con más de un millón de personas la elección y el INE, que volvió a mostrar lo bajas de las acusaciones de parcialidad y su enorme capacidad de conducir una elección confiable.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares