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“Llegué a Tlatelolco cuando ya no había ni siquiera cadáveres, había mucha sangre, había basura, había vidrios rotos”, narra uno de los potosinos que se salvó de milagro
22:58 lunes 1 octubre, 2018
San Luis“El 2 de octubre no se olvida”, es la frase que repiten muchos jóvenes y adultos, sin a veces conocer el significado que tiene esa fecha en la historia de México. Fue la triste culminación de un movimiento estudiantil que lo que buscaba era democratizar al país y eliminar el régimen de autoritarismo que imperaba en el Gobierno; sin embargo, ¿qué nos deja ese movimiento a 50 años de haberse llevado a cabo?.
“NO ME DEJARON VIAJAR A TLATELOLCO” La Guerra Fría estaba en pleno auge y todo lo que tenía “olor” a pensamiento izquierdista era calificado como comunista, incluso en San Luis Potosí, en donde el Movimiento de 1968 tuvo muy poco eco. “Realmente para San Luis no existió el movimiento del 68”, señala José Manuel Medellín Milán, quien tenía 21 años cuando se suscitó este movimiento estudiantil, era estudiante de Ingeniería Química de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) y líder de la Organización Nacional de Estudiantes de Ingeniería (ONEI). En aquellos tiempos, en San Luis Potosí solo existían dos periódicos: El Sol de San Luis y El Heraldo, ambos eran abastecidos de papel periódico por parte del Gobierno, por lo que era imposible pensar que los medios de comunicación de la época hicieran publicaciones en apoyo al movimiento, dado que ello implicaría quedarse sin papel para imprimir sus periódicos, por lo que los estudiantes debían hacer propaganda de boca en boca y pegando carteles en las calles. Manuel Medellín narra que él fue uno de los pocos potosinos que estuvo en contacto directo con el movimiento de 1968, debido a su cargo estudiantil de carácter nacional, sin embargo, el 2 de octubre no pudo estar presente en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, debido a que la propia Procuraduría General de Justicia del Estado se encargó de evitar que cualquier estudiante viajara a la Ciudad de México durante los últimos 10 días de septiembre y los primeros dos días de octubre. “El procurador era Alfonso Lastras y tenía órdenes del Gobierno Federal de no dejar viajar a estudiantes a la Ciudad de México… en ese entonces éramos pocos estudiantes universitarios y era muy evidente cuando un estudiante llegaba a comprar un pasaje y no te querían vender el boleto y si mandabas a un adulto a comprar el pasaje, te agarraban subiendo al autobús, ¿usted es estudiante?, va pa’ abajo”. Manuel tuvo que esperar hasta la medianoche para poder viajar y llegó a la Ciudad de México hasta la mañana del 3 de octubre, “llegué a Tlatelolco cuando ya no había ni siquiera cadáveres, había mucha sangre, había basura, había vidrios rotos… yo estaba muy enojado con Lastras porque no me dejó ir, pero a lo mejor me salvó la vida esa vez, quién sabe”. A su regreso a San Luis Potosí, Manuel compró una manta negra de 15 metros de largo por 2 de ancho y con tinta blanca pintó la leyenda “Luto estudiantil” y procedió a colgarla en el séptimo piso de un edificio de oficinas, ubicado en la calle de Independencia, esquina con Carranza, en donde se encontraban las oficinas de la ONEI, sin embargo, horas más tarde, cuando él ya se había ido a la universidad, dos policías judiciales llegaron al edificio y con lujo de violencia amenazaron a la secretaria y arrancaron la manta. “Yo fui a buscar al procurador y le pedí que me regresara mi manta y me dijo ‘no Manuel eso no se va a poder, tú sabes que está prohibido’ y le dije usted se llevó una propiedad privada, entonces o me la regresa o me la paga; él me pregunta ‘¿cuánto fue?’, creo que eran 67 pesos, una cosa así y sacó la cartera y me lo pagó”.
TAMBIÉN EN SLP HUBO REPRESIÓN Otros potosinos vivieron el Movimiento del 68, apoyando desde la entidad potosina, tal fue el caso de Miguel Martínez Castro, quien era uno de quienes encabezaba un comité de apoyo al movimiento en San Luis Potosí. Miguel tenía 23 años en aquel entonces y se unió al movimiento desde el 23 de julio, cuando estudiaba la Licenciatura en Derecho en la UASLP. Unos días antes de la matanza de Tlatelolco, el 27 de septiembre, un grupo de estudiantes potosinos, entre los que se encontraba Martínez Castro, realizarían una asamblea como parte de los actos de apoyo al movimiento, por lo que acudieron con el comandante de la Zona Militar, de apellido Jara, para ponerle al tanto de la manifestación que pretendían realizar en plazas públicas del Centro Histórico, a lo que el militar procedió a dialogar con el Procurador para que se les permitiera hacer su evento pero al interior de un auditorio de a UASLP, de nombre “Auditorio Daniel Berrones Meza”, donde hoy se transmite Radio Universidad. La represión, aunque en menor medida, también se vivía en territorio potosino, “nos corretearon varias ocasiones, recuerdo que cuando la CTM estaba en Constitución, estábamos pegando volantes en contra de la represión y vimos que se paró un carro con placas del DF y nosotros pensamos que eran de la Secretaría de Gobernación y a correr por las calles”. El 2 de octubre, Miguel Martínez Castro narra que se encontraban preparando una visita a Ciudad Universitaria en días próximos, con el fin de manifestar su apoyo al movimiento, sin embargo, los tomó por sorpresa la masacre a manos de miembros del Ejército nacional y diferentes corporaciones de seguridad del Gobierno Federal en la Plaza de las Tres Culturas. Al año siguiente, el 2 de octubre de 1969, Miguel Martínez Castro y un grupo de estudiantes planeaban un evento público para conmemorar a los asesinados en la Plaza de las Tres Culturas, por lo que el entonces gobernador Antonio Rocha Cordero los mandó llamar para evitar que se llevara a cabo dicha conmemoración: “nos leyó la cartilla y nos dijo ‘del Estado Mayor me dijeron que no permitiera que se realizaran conmemoraciones del 2 de octubre, no les estoy prohibiendo, les estoy advirtiendo’”; fueron las palabras del entonces Gobernador quien buscaba que estos jóvenes fueran llevados a un campo militar, tal como ya había ocurrido en otras entidades del país.
LOS CADÁVERES FUERON OCULTADOS José Luis Medellín Leal fue otro de los potosinos que vivió de cerca el Movimiento del 68. Él acababa de entrar a estudiar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y aunque no era integrante del Comité de Huelga, sí participaba en las manifestaciones que se llevaban a cabo en la Ciudad de México y señala que en aquellos tiempos se creía que detrás de los actos de represión del Gobierno mexicano estaba la CIA, la cual había intervenido en países de centro y Sudamérica para tener gobiernos afines a Estados Unidos. “Esa tarde yo no fui a la Plaza de las Tres Culturas, había recomendación de no estar ahí, fuimos 295 mil estudiantes que no estuvimos ahí”, narra José Luis, quien también señala que muchos jóvenes estaban muy enojados por no haber estado en dicha manifestación, “porque eran gente muy valiente, se enfrentaban al Ejército… yo no tenía interés en ir ese día y afortunadamente no fui”. Al día siguiente de la matanza, la Plaza de las Tres Culturas lucía como un muladar, llena de zapatos, pero los cuerpos ya no estaban y no se sabe la cifra exacta de muertos ese día. José Luis narra que tiempo después conoció a un piloto de la Fuerza Aérea Mexicana, quien se sentía angustiado y arrepentido de haber participado en esos actos, ya que era uno de los encargados de trasladar cadáveres de estudiantes en avión para ir a tirarlos al Océano Pacífico. Pero, a decir de los potosinos que vivieron este movimiento en carne propia, las muertes de esos jóvenes valieron para democratizar al país, ya que en aquellos tiempos, los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) eran autoritarios, no podía pensarse si quiera en que hubiera alternancia, como la hay ahora. El Estado era el encargado de organizar las elecciones y contar los votos, por lo que no había certeza de que la voluntad ciudadana en las urnas fuera respetada, tampoco había libertad de prensa y los espacios de poder eran exclusivos de unos pocos. Todos recuerdan con nostalgia, pero también bajo una gran reflexión, aquella época que vivieron como estudiantes, con la esperanza de que los ideales de los jóvenes de 1968 cada vez más se vean plasmados en la democracia de México y no se olvide a aquellos valientes que alzaron la voz en busca de justicia social.