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06:44 lunes 21 enero, 2019
PLUMAS NACIONALESFrentes Políticos I. Mano dura. Para corregir el rumbo hay que actuar con firmeza. Y eso es lo que demuestra Alejandro Gertz Manero, fiscal general de la República. Anunció que aplicarán la extinción de dominio a las propiedades involucradas en el robo y venta de hidrocarburos. A partir de hoy lunes, la Fiscalía pedirá el apoyo de la ciudadanía y de testigos para que denuncien los lugares en donde se realiza la venta de hidrocarburos ilegales, así como la ordeña de ductos. Protección y anonimato por parte de las autoridades federales a quienes colaboren. No te calles. Es la oportunidad de hacer algo por el país. Juntos podemos lograrlo. II. Encargo. Puebla tiene todo para ser uno de los estados con más productividad, y ahora también tiene una deuda con Martha Erika Alonso, quien los gobernaría y murió junto con su esposo y exgobernador, Rafael Moreno Valle. El Congreso estatal aprobó la terna para elegir mandatario interino. Se trata de Guillermo Pacheco Pulido, Jesús Rodríguez Almeida y Gerardo Islas Maldonado, cuyos nombres serán sometidos a votación entre los diputados; el elegido deberá alcanzar al menos dos tercios de los votos de los diputados locales. Dar rumbo y certidumbre es lo que viene. Y aclarar la caída del helicóptero. Que no quede ninguna duda. III. Misma canción. Diputados panistas de Nuevo Léon exigen que la refinería de Cadereyta no dañe el medio ambiente; y solicitaron a la Secretaría de Energía explicar si los cuatro mil millones de pesos que se invertirían este año contemplan la renovación total de los equipos de control de emisiones, en virtud de la contaminación que prevalece en el Área Metropolitana de Monterrey. Estaban enloquecidos porque México se iba a “militarizar” y el Ejército iba a reprimir; después se quejan porque el Ejército no reprimió a la comunidad en Hidalgo. Nada les gusta, cualquier pretexto es bueno para atacar, insultar e injuriar. Así no llegarán muy lejos, Marko Cortés. IV. Comportamiento ejemplar. El viernes por la tarde, en cuanto se detectó la fuga en Tlahuelilpan, Hidalgo, lo primero que hizo el Ejército mexicano fue pedir a la población retirarse para evitar riesgos. No hicieron caso. La horda arribó a la zona de la tragedia, calculan alrededor de 800 personas, queriendo robar combustible, en un país en el que el agandalle es sinónimo de triunfo. Hay quienes acusan a los militares de inacción. ¿Qué más podían hacer ante una multitud enardecida? Para quienes dicen que el Ejército no hizo nada, un video confirma cómo pobladores apedrearon a los militares porque no los dejaban pasar. No hay que culpar a la pobreza. No nos engañemos. V.Transparencia total. “No vamos a ocultar nada, se va a decir la verdad por dolorosa que sea. No hay interés personal o de grupo que pueda estar por encima de la justicia, esto es parte también del cambio”, aseveró el presidente Andrés Manuel López Obrador, al garantizar autonomía en la investigación del caso Tlahuelilpan. Lo malo de la tragedia: la respuesta en redes sociales, enconos, rencores, ironías, humor negro. Lo bueno: la solidaridad y el apoyo del gobierno y la población a las víctimas, que continúa sin descanso. Lo mejor: el combate a la corrupción y la impunidad se mantiene firme. BITÁCORA DEL DIRECTO (PASCAL BELTRÁN DEL RÍO) / Un pueblo que huele a gasolina
A la vera del camino que comunica las cabeceras municipales de Tlahuelilpan y Tlaxcoapan, justo donde comienza un sembradío de alfalfa, la familia Estrada encontró un dedo y unos mechones de cabello. “Venga”, me llaman. “Es increíble lo mal que hacen su trabajo”, me dice Fernando Estrada, tío de Iván, un joven que convalece, inconsciente, en el Hospital Regional del IMSS en Pachuca, luego de sufrir graves quemaduras por la explosión de un ducto de Petróleos Mexicanos, el viernes por la noche. “Ese dedo y ese pelo deberían estarlos analizando ahora mismo para poder identificar a las personas que murieron o están en coma en los hospitales”, me dice con una mueca de desesperación. Fernando aún busca a otro sobrino, Hugo Olvera Bautista, un muchacho de 13 años, de quien no se sabe nada desde el viernes y que había llegado con su primo Iván, desde Presas, comunidad del municipio de Tezontepec, a seis kilómetros de distancia. En toda la región se había corrido la voz de que “estaban regalando gasolina”. Hubo casi cuatro horas para evitar la muerte de decenas de personas. De acuerdo con el secretario de Seguridad federal, Alfonso Durazo, la Sedena dio aviso de la fuga a las 14:30 horas. Los testimonios recogidos indican que los soldados y policías enviados aquí advirtieron a los pobladores sobre los riesgos que corrían al acercarse a la zona de la fuga de combustible, pero nunca se los prohibieron. “Eso, la gente lo entendió como un permiso para pasar”, me dice una mujer, quien ese día se retiró del lugar antes de la explosión. A 150 metros al poniente, cruzando el sembradío, está la zona cero de la tragedia que, hasta el momento de escribir estas líneas, ha dejado 85 fallecidos y más de 50 heridos. El punto exacto por donde brotó un géiser de combustible está ahora cubierto por tierra, luego de que bomberos y personal de Pemex lograran apagar el incendio, cerca de la media noche de ese día. Se trata de una zanja que divide los municipios de Tlahuelilpan y Tlaxcoapan. De uno y otro lado hay campos de cultivo. Me llama la atención que un tramo del ducto Tuxpan-Tula corra justo debajo de esa zanja, que ha sido habilitada como canal de riego. Le pregunto por qué a un grupo de pobladores que, como yo, observa los vestigios del infierno: yerba y árboles calcinados, cubetas derretidas, celulares reventados por el calor, ropa y zapatos chamuscados… “Primero colocaron el ducto y ya luego apareció la zanja”, me dice uno de ellos. “Señor —interviene otro—, andan diciendo que ese ducto recién lo picaron, pero no es verdad. Nosotros, que vivimos acá, lo sabemos. Tiene de menos cinco años que lo estaban ordeñando”. Bajo al fondo de la zanja, donde a simple vista se percibe un burbujeo, no lejos de donde el ducto expuesto fue cubierto en tierra. Los pies se hunden. Al tocar el suelo, éste despide el inconfundible olor de la gasolina. La fuga de combustible continúa. Un tercer interlocutor refiere que dos o tres veces por semana llegaba un camión con pacas y se estacionaba justo en el punto donde ocurrió la explosión. El conductor y sus acompañantes hacían como que revisaban el sembradío. Oculto por el camión, uno de ellos llenaba bidones con gasolina, usando una manguera conectada al ducto. Le pregunto qué pasó el viernes. “Yo creo que se les reventó la válvula, no sé… Y empezó a salir un chorro de gasolina a presión. Eso fue poco antes de las tres de la tarde. Para las cinco, ya había llegado mucha gente con cubetas y garrafones. Y no sólo de aquí, sino de muchos pueblos de los alrededores”. Camino cruzando el sembradío de alfalfa. El cultivo estaba listo para recolectarse, pero lo que no se quemó quedó aplastado por la estampida humana. Personas con las ropas en llamas dejaron ahí regadas sus pertenencias. A 36 horas de la explosión del ducto, los peritos estatales y federales organizan una nueva búsqueda de evidencias. Me queda la impresión de que la zona del siniestro no ha sido debidamente protegida, como muestra el hallazgo espontáneo del dedo.
La explosión del viernes tendría que ser oportunidad para procesar a quienes, durante años, ordeñaron el ducto en San Primitivo y así enviar un mensaje de cero tolerancia a este delito. Asimismo, debiera aprovecharse para abandonar el discurso victimista de que la ordeña es producto de la pobreza y eso se resuelve con transferencias de dinero. El no decir con claridad que esta práctica es un delito no ayudará a crear conciencia de su peligro. Creer que éste será un antes y después automático es fácilmente desmentido por las reiteradas explosiones provocadas por el manejo de la pólvora por parte de los artesanos de pirotecnia en Tultepec, Estado de México, donde se han dado 50 estallidos en los últimos 20 años.