La reciente caravana navideña de la Policía Municipal generó reacciones encontradas entre ciudadanos de la capital. Para algunos, fue un gesto cercano y festivo; para otros, una actividad que dejó más preguntas que aplausos. La conversación pública no se centró en la celebración, sino en la forma y el contexto en que se llevó a cabo.

Uno de los principales señalamientos fue la plataforma que encabezaba el recorrido, la cual, de acuerdo con testigos, no contaba con medidas de seguridad visibles. En al menos un frenado, los tripulantes estuvieron a punto de caer, lo que encendió alertas entre quienes presenciaron el paso de la caravana. A ello se sumó el uso de una ambulancia de la propia corporación, lo que generó inquietud sobre la disponibilidad de ese recurso ante una eventual emergencia durante el trayecto.

Más allá de los aspectos logísticos, la crítica ciudadana apuntó a un tema de fondo: la percepción actual sobre la corporación. Diversos mensajes coincidieron en que la cercanía con la población no se construye con eventos aislados, sino con atención oportuna a los reportes, presencia constante en las colonias y operativos permanentes que impacten en la seguridad cotidiana.

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Si bien se reconocen las sonrisas de niñas y niños que recibieron juguetes durante el recorrido, también quedó claro que las opiniones están divididas. Para un sector de la ciudadanía, en una temporada donde este tipo de actividades se repite cada año, el mayor mensaje institucional sería ver a los elementos patrullando las calles y respondiendo a las llamadas, reforzando así la confianza que hoy, admiten, sigue siendo un pendiente.