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El marchista le dio al deporte mexicano su única presea de los Juegos Olímpicos de 1992, un hecho que cambió su vida
15:02 martes 2 agosto, 2022
Deporte Nacional e InternacionalCarlos Mercenario cruzó la meta de los 50 kilómetros de marcha de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y lo único que deseaba era dejarse caer sobre la pista después del infernal esfuerzo de casi cuatro horas. Durante esos primeros instantes como un nuevo inquilino en el Olimpo de los medallistas no pasó por sus pensamientos que su vida daría un vuelco. Mi querido compadre Carlos Girón —medallista olímpico de plata en clavados en Moscú 1980— decía una frase que hice mía: ‘A ti se te puede llegar a olvidar que eres medallista olímpico, pero siempre habrá alguien que te lo recuerde’_”. Mercenario (Ciudad de México, 3 de mayo de 1967) echa una mirada para revivir esos recuerdos de cuando, después de 3:52:09 horas de andar en el circuito y llegar al Estadio Olímpico de Montjuic, alcanzó la más importante meta de su trayectoria. Los anhelos del niño, que en los 70 se imaginó un día simplemente competir en lo que fuera en unas Olimpiadas, fue colmado con algo que no estaba ni en el más dulce de sus deseos: ser medallista de la prueba del 7 de agosto de 1992. Escucho 30 años y como que no los termino de asimilar”, cuenta en videoentrevista desde una de las oficinas del Comité Olímpico Mexicano (COM), donde es asesor; un sitio que marcó su vida, porque desde la juventud iba ahí para entrenarse. “Cuando hago consciencia de que han pasado todos estos años, sí pienso que el tiempo ha transcurrido… ¿no sé si decir rápido?... Casi sin darme cuenta”. ¿Ha vuelto a Barcelona, a recorrer el circuito donde se gestó su gran resultado? No... ¡Qué buena pregunta! Regresé a Madrid algunas veces, pero no ha Barcelona. Volví a España a otras competencias y, como dicen en el argot, de pantalón largo… Me acabas de dar una buena idea con un buen pretexto. ¿Cómo asimiló que después de conquistar la única medalla de México en esos Juegos, se convirtió en un ídolo para muchos? Sensacional. Estás borracho de emoción. Estás muy contento. No lo entiendes del todo. Tú quieres seguir con tu vida normal, de hecho, tu vida no cambia, pero surgen más compromisos y eso es lo que lo hace difícil, sobre todo en un país como México, donde somos triunfalistas, y hay que saber desenvolverse con eso. ¿Recuerda los detalles de la competencia? No tan claros como a un principio, pero sí, sí. Hay momentos que se quedaron muy grabados… Recuerdo el momento de la salida, los nervios que sentía... Los primeros kilómetros. ¿Al llegar a la meta, sabía que había ganado la plata, porque poco antes descalificaron al polaco Robert Korzeniowski, quien iba por delante? Sí, me di cuenta que al llegar al estadio a él ya no le permitieron entrar… Es tanta tu concentración de seguir que haces a un lado otras cosas; pasan los días y las vas registrando como si fuera un sueño, no tan consciente, de muchas cosas, como esa. ¿Cómo se encontraba el 7 de agosto luego de todas las expectativas que habían sobre los atletas, quienes no habían ganado preseas? Usted era una de las últimas esperanzas en busca del podio para México. Siempre he dicho que un deportista que no esté preparado, además de físicamente, para desarrollarse en esa atmósfera, en ese entorno de nerviosismo, de todo lo que conlleva unos Juegos Olímpicos, es difícil que tenga un buen resultado. Sí, había presión; más bien, nerviosismo, pero el temor no es no sentir esto, sino saberte desenvolver con ello. Una cosa es tener nervios y a la hora de la competencia sacarlos y otra es sentir pánico… El miedo es algo que puedes manejar, el pánico es algo que ya se apoderó de ti. EXCELSIOR