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El primer informe de la jefa de Gobierno fue en gran medida un presumir los números sobre violencia e inseguridad, todos a la baja
00:10 sábado 18 octubre, 2025
ColaboradoresA la Ciudad de México le costó una barbaridad dejar de ser, o al menos de parecer, una de las más peligrosas del país, un logro que se debió en parte a que sí, logró contenerse a la delincuencia, y en parte por contraste: el resto del país se volvió la pesadilla que es hoy, con siete de las 10 ciudades más violentas del mundo y 20 de las primeras 50, y, en aquellos días, con estados como Coahuila o ciudades tan importantes como Monterrey en manos de las mafias.
No ha pasado tanto tiempo. En 2004, recordemos, hubo una marcha multitudinaria contra la inseguridad, la marcha blanca, que respondía a la situación de México entero, pero que fue también y antes que nada un reclamo al gobierno chilango. La ciudad la gobernaba un tal López Obrador. En los años de infierno criminal, desde 2006 o por ahí, las cosas cambiaron y la capital pasó por ser, exageradamente, algo parecido a un santuario. A inicios del sexenio pasado, cuando la política de AMLO llevó los índices nacionales de violencia a números de récord, con lo de los abrazos y no balazos, los piropos agradecidos al crimen organizado y los fuchi caca, la ciudad parecía volver a convertirse en una pesadilla de asaltos y asesinatos entre grupos criminales, pero las cosas cambiaron con el nombramiento de García Harfuch como titular de seguridad. Así que respiramos y volvimos a nuestras rutinas de los últimos años, mientras Acapulco, Colima y Culiacán se volvían zona de guerra… Hasta que llegó la nueva administración.
El primer informe de la jefa de Gobierno fue en gran medida un presumir los números sobre violencia e inseguridad, todos a la baja. Digamos que es cierto, y recordemos que el remplazo de García Harfuch, Pablo Vázquez, es sin duda un buen policía. Así y todo, la percepción es muy diferente, y con buenas razones. Si eres chilango, probablemente sepas que aquí, hoy, cualquiera puede y hasta suele ser asesinado, al margen de su profesión y su estatus. No es ya una cosa de bandas en Tláhuac o Tepito. El último de los asesinatos digamos mediáticos es el del abogado David Cohen, un hombre muy exitoso, con asuntos tan truculentos y grandes en sus manos como el del Cruz Azul. Lo mató en la Ciudad Judicial, con su escolta al lado, un escuincle de 18 años que cobró tres pesos por hacerlo. Pero súmenle todos los de los últimos meses: los de dos colaboradores muy cercanos de Clara Brugada, José Muñoz y Ximena Guzmán; el del estilista Micky Hair, en pleno Polanco; los de los músicos B-King y Regio Clown, y el del también músico argentino Federico Dorcaz. Todos, crímenes no resueltos y de los que se nos informa, en realidad, poco y nada.
Algunos anticipamos que esta ciudad, la de la utopía, iba a acabar llena de baches y puestos de fritanga por todas partes. La sorpresa es que esté tan bañada en sangre, tan rápido.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09