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Gritos de auxilio que vienen desde adentro
00:10 jueves 11 diciembre, 2025
Colaboradores
SE SABE Y SE SUFRE. Hay crisis que se niegan en público, pero se desbordan en los pasillos. Como la del IMSS, donde ya ni los aliados del sistema alcanzan a guardar las formas. Lo verdaderamente inquietante no es que falten medicinas o que los hospitales operen en modo “sálvese quien pueda”; eso lo sabemos, y lo sufrimos. millones de derechohabientes desde hace años. Lo que sacude es que los líderes del sector obrero hayan tenido que decírselo de frente al director del Instituto, como si ya no quedara nadie dispuesto a seguir barriendo el desastre bajo la alfombra. Cuando quienes siempre han sido el dique institucional levantan la voz, es porque el agua ya llegó a los cables.
El desabasto no empezó ayer. Tampoco la saturación hospitalaria ni la lista de quirófanos atorados en una pausa eterna. Lo nuevo es el tono: advertencias en público, foco rojo financiero y la palabra “crisis” pronunciada sin maquillaje. Si el IMSS presume reservas de 620 mil millones, pero los propios actores internos dicen que deberían ser 2.3 billones para respirar con calma, ¿Qué se ha dejado de hacer durante todos estos años? ¿Quién decidió atender emergencias con parches, confiando en que nadie haría cuentas? Hay cosas que no se dicen desde el estrado, pero se leen entre líneas, como por ejemplo que alguien empujó al Instituto a cargar programas sin presupuesto, y alguien más miró hacia otro lado mientras las presiones crecían.
SILENCIO. En otros estados, la reacción ha sido negar, minimizar o echar culpas al viento. Falta ver si la delegación potosina opta por el mismo libreto; ese donde todo va “excelente”, salvo por los pacientes que esperan horas una ambulancia, los equipos sin mantenimiento o las recetas que regresan incompletas. Por lo general, el silencio local busca ocultar que también ahí la olla está hervida. Y no sería la primera vez que una delegación intenta maquillar cifras para no incomodar a la Federación, aunque el precio lo paguen quienes necesitan atención urgente y no discursos decorados.
Lo que sí queda claro es que el IMSS está parado en una cornisa peligrosamente delgada. Si hoy los propios representantes obreros se plantan ante la Presidencia para exigir soluciones, es porque ya no basta con repartir mensajes de esperanza ni promesas de construcción futura. No hay futuro si el presente ya cruje por todos lados. Tal vez la pregunta que sigue sea la más incómoda: ¿Qué más tiene que romperse para que por fin aceptemos que esta crisis dejó de ser advertencia y ya es diagnóstico? Porque si el IMSS está al límite, lo está también el país que depende de él.
¡Hasta mañana!