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Amarga realidad
00:10 martes 21 octubre, 2025
ColaboradoresCRÉDITOS HAY, PERO NO CASAS: LA PARADOJA DE LA VIVIENDA EN SAN LUIS POTOSÍ. En San Luis Potosí, el acceso a la vivienda se ha convertido en uno de los mayores contrastes entre las políticas públicas y la realidad económica. Mientras el Infonavit presume nuevos esquemas que prometen facilitar la compra de casa —menos requisitos, créditos compartidos y pagos ajustados al ingreso—, en el terreno potosino los precios de las viviendas siguen disparados. Hoy, un trabajador con salario promedio difícilmente puede aspirar a una propiedad que no rebase el millón de pesos, cuando la mayoría de los créditos no llega a cubrir esa cifra.
La situación se agrava porque las pocas opciones que sí encajan dentro de ese rango están lejos del centro urbano, en zonas donde el transporte, los servicios básicos y la seguridad aún son limitados. Paradójicamente, quienes más necesitan una vivienda digna son los que terminan comprando más lejos y pagando más caro a largo plazo. El resultado es una ciudad que crece hacia la periferia, mientras el derecho a la vivienda se convierte en una caminata interminable hacia las orillas.
Y aunque los ajustes recientes del Infonavit buscan ser un alivio, lo cierto es que los salarios potosinos no alcanzan para enfrentar el ritmo del mercado inmobiliario. Las medidas suenan bien en papel, pero en la práctica sólo evidencian una realidad amarga: en San Luis Potosí hay créditos disponibles, pero no hay casas que los trabajadores puedan comprar. La vivienda social, más que una política de bienestar, parece hoy un lujo reservado para pocos.
RETO EN EL IMSS. Cuando el Instituto Mexicano del Seguro Social en San Luis Potosí anunció la apertura de un centro de acopio para ayudar a las familias damnificadas por las lluvias en la Huasteca, por cierto hasta una semana después de las lluvias, la respuesta de muchos ciudadanos no fue la que uno esperaría en medio de una emergencia: en lugar de correr a donar, en redes comenzaron a circular llamados a no entregar nada al IMSS. ¿La razón? No es falta de solidaridad, es falta de confianza.
Y es que no estamos hablando de cualquier institución. El IMSS atiende a más de 60 millones de personas y es una de las entidades más grandes del país, pero también una de las más golpeadas por las quejas. El eterno viacrucis de los pacientes, las historias de negligencia médica, la falta de medicamentos y la pésima atención son parte del pan de cada día. Así que cuando anuncian un centro de acopio, muchos no pueden evitar preguntarse: ¿de verdad esos víveres llegarán a quien los necesita o acabarán "almacenados" para uso interno?
La percepción ciudadana es demoledora, y es que hay quienes temen que los artículos donados no salgan nunca de la bodega. Otros sugieren que los insumos serán repartidos, pero en las clínicas para suplir el desabasto crónico. Por eso la invitación en redes no fue a dejar de ayudar, sino a canalizar el apoyo hacia asociaciones civiles u organizaciones comunitarios que sí rinden cuentas y entregan resultados visibles. Porque la emergencia en la Huasteca es real, pero la desconfianza hacia el IMSS también.
Esto debería ser una señal de alarma para las autoridades. ¿En qué momento una institución creada para proteger la salud y el bienestar de millones se volvió sinónimo de abandono y duda? Cuando los llamados a la solidaridad se enfrentan al escepticismo popular, es evidente que hay un problema más grande que el clima. No se trata solo de gestionar víveres, sino de reconstruir una confianza que, en el caso del IMSS, parece estar en terapia intensiva.
¡Hasta mañana!