Por años los potosinos y las potosinas hemos sufrido las vergüenzas que otras y otros -también locales- nos provocan. No conforme con tener una vida privada repugnante -casi la mayoría-, en el ámbito público “la clase” política sigue siendo un reflejo de lo que como sociedad seguimos repudiando.

Por ejemplo, el poder legislativo en nuestro San Luis ha sido un referente de ello, mínimo en las tres últimas legislaturas.

Personajes reprobados tanto en preparación, honradez, dignidad, honorabilidad, prudencia, constancia y un poquito de categoría.

Nunca hemos pedido perfecciones, pero mínimo un poco de nombre que dignifique su quehacer.

Casi todos y todas, nada

Desafortunadamente este mal se permea también en el ámbito administrativo de niveles estatales y municipales. Los resultados que arroja la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2021 del INEGI son preocupantes.

Casi el 90% de la población mayor de 18 años -los ya electores, ojo- consideran que la corrupción es lo mayor y más constante. Así como el principal problema, incluso arriba de problemas socioeconómicos. Los policías se colocan como los primarios con tacha en su actuar con 90% de repudio y después los partidos políticos con casi el 80% de desapruebo. El mensaje es claro.

En San Luis Potosí las cloacas corruptas que se han destapado, por ejemplo, de las administraciones estatal y capitalina salientes en fechas recientes ponen en evidencia la realidad de este tema. Y la sociedad así lo registra.