Con la muerte de Horacio Sánchez Unzueta, ex diputado federal y exgobernador potosino, se cierra una de los capítulos contemporáneas más importantes de la historia de San Luis Potosí. Desde 1985 hasta 1993, la turbulencia política que se vivió en la entidad fue un parteaguas en la línea del tiempo política, pública, social y familiar para toda una generación y para miles de potosinas y potosinos. Primero la caída tormentosa del gobernador Florencio Salazar en 1987; pasando por la sustitución tranquilizante que hizo Leopoldino Ortiz Santos; hasta la luminosa llegada de Fausto Zapata en 1991 y sus 14 días de gobierno. Después de su violenta salida, la llegada, también pacificadora, de Gonzalo Martínez Corvala; el arribo estabilizador de Teófilo Torres Corzo y el triunfo en elecciones extraordinarias de 1993 donde Horacio apaga el fuego pasional de un San Luis Potosí que perdió mucho tiempo de desarrollo y estabilidad política. Labor que logra, bien por su enlace priista, también por su liga a la familia Nava.

Capítulo aparte merecería este comentario. Cerró una época -la de 1985 a 1993- y abrió la suya. Horacio, hombre inteligente y con un talento político mayor, se convirtió a partir de entonces en pieza clave y central para acuerdos, arreglos, posiciones y decisiones que pintaron nuestra política hasta hace pocos meses. No hubo mesa de café priísta, panista, perredista, morena o verde, desde ese 1993, donde Sánchez Unzueta no hablara. Sus apariciones y acciones, sus opiniones y decisiones le ganaron entonces un listado grande de seguidores, pero igualmente de enemigos. Con Horacio no hubo medios saludos. Se lo daban o no. El nombre de Horacio Sánchez Unzueta quedará entonces en el recuerdo de toda una época histórico-política: En donde San Luis Potosí seguirá aprendiendo de sus aciertos, pero más de sus errores. De sus personajes, pero más de su acciones. De quienes han escrito su historia, pero más de cómo lo han hecho. Horacio Sánchez Unzueta, fue uno de ellos.