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La caída de las remesas...
00:01 lunes 8 diciembre, 2025
Colaboradores
EFECTO TRUMP. Lleva meses avisando que algo se mueve bajo los pies de miles de familias potosinas, pero el tema sigue tratándose como si fuera un simple tropiezo estadístico. Octubre trajo otro descenso anual, y más allá del número, lo que preocupa es lo que no se dice: menos operaciones, menos hogares recibiendo apoyo y más incertidumbre en municipios donde cada dólar enviado desde Estados Unidos marca la diferencia entre apretar el cinturón, o romperlo. Mientras tanto, la conversación oficial desde el nivel estatal y en los diferentes municipios potosinos brilla por su ausencia, como si la realidad pudiera frenar guardando silencio. LOS AGARRARON EN CURVA. Lo que está ocurriendo no es menor, y es que San Luis Potosí es de los estados donde las remesas han evitado que decenas de miles de personas caigan en pobreza extrema. Con la disminución acumulada, esa barrera protectora empieza a desmoronarse. Sin embargo, ninguna autoridad estatal, ni en cada uno de los municipios que se benefician de dicho recurso, ha explicado cómo piensa enfrentar el impacto. No hay planes emergentes, ni apoyo productivo real, ni una mínima hoja de ruta que dé certeza. ¿Por qué esperar a que la crisis se declare sola para actuar, si los avisos ya están por todas partes?
NO ES COSA MENOR. Y quizá esa es la pregunta incómoda: ¿a quién le conviene que el tema pase desapercibido? Porque mientras el flujo de dólares se afloja, también se debilita la narrativa de estabilidad que tanto presume el estado. La caída de las remesas no es un fenómeno lejano ni ajeno; es un golpe directo al corazón económico de cientos de comunidades. Y si el gobierno de San Luis Potosí sigue sin posicionarse, sin reconocer el problema y sin proponer un rumbo, entonces alguien tendrá que decirlo claro: no solo dejó de llegar el dinero, también dejó de llegar la responsabilidad institucional. O tal vez, nunca ha habido. SÍ SE SIENTE. La caída reciente de las remesas volvió a poner nervioso a más de un hogar potosino, aunque pocos lo digan abiertamente. No es sólo que octubre cerró con un nuevo tropiezo en los envíos desde Estados Unidos; es que detrás de ese número frío hay familias que ya sienten el golpe en la mesa: la despensa que dura menos, el pequeño negocio que no se capitaliza, el recibo que se paga “a la próxima”. Lo más incómodo no está en lo que se reporta, sino en lo que se calla, pues esta racha negativa ya es la más larga en años y, aun así, el gobierno estatal sigue tratando el tema como si fuera una lluvia pasajera. San Luis Potosí depende más de lo que presume de esos dólares que llegan cada mes. Apenas el año pasado, decenas de miles de potosinos salieron de la pobreza gracias a ese flujo constante. Hoy, con la disminución acumulada, esa red de seguridad empieza a desmoronarse. ¿Quién está preparado para lo que viene si la tendencia se mantiene? Porque mientras algunos celebran que la remesa promedio se mantiene o crece apenas unos cuantos dólares, nadie menciona que lo que realmente se desplomó es el número de envíos. Menos operaciones es igual a menos familias recibiendo sustento, y eso tendría que ser un tema urgente y prioritario, no una nota al margen. NO HAY DIAGNÓSTIOCO. Lo más inquietante es que, ante este panorama, las autoridades locales no han ofrecido un diagnóstico, mucho menos una estrategia. Ni un programa emergente, ni una señal de que entienden lo que implica para los municipios más dependientes de estos recursos. ¿Dónde están los planes productivos que desde hace años se prometen? ¿Dónde están las políticas para amortiguar el impacto en comunidades donde la remesa es prácticamente el segundo ingreso oficial? La ausencia de postura ya se siente como una postura en sí misma. Quizá por eso este tema incomoda. Porque obliga a reconocer que San Luis Potosí construyó una parte importante de su estabilidad social sobre un dinero que no controla. Y si ese dinero empieza a ser cada vez menos. También tambalea la ilusión de que todo está bajo control. El debate ya no es si las remesas caerán o no, lo están haciendo, sino cuánto tardará el estado en asumirlo. Y, sobre todo, si reaccionará y actuará a tiempo prever y aminorar el impacto a corto y mediano plazo, o dejará que sean las familias, solas, las que paguen los costos del silencio, la incertidumbre, y de la inacción.
¡Hasta mañana!