Los grandes sabios orientales -y también los grandes sabios juristas- hablaban de que es inútil la multiplicación de normas, de leyes, si no se tiene una clara concepción social de un orden a respetarse. A saber. El estado de derecho se conforma de esos elementos que le dan vida a la legalidad, al respeto a la sociedad misma y a la autoridad a través del marco normativo que nos permite convivir. Es cierto que vivimos en un inmenso universo de formas de pensar y actuar y que se han conquistado libertades y derechos junto a sus obligaciones. Pero también es cierto que, por décadas, la autoridad ha permitido la anarquía por encima del respeto a su potestad. ¿A que vamos con esto?

Es increíble que los legisladores sigan revisando puntos para la regulación de manifestaciones públicas.

El derecho a la libre manifestación de las ideas es constitucional. Punto.

La Carta Magna te la garantiza.

Lo que la misma Constitución también establece, es que no se permite violentar el derecho de terceros. Esto es: su integridad, su seguridad, su libre tránsito, etc. ¿Para qué seguir discutiendo permisos, formas, horarios y colores a quienes quieren manifestarse?. ¡Que lo hagan!. Están en su derecho. ¿Para qué buscar en La Ley de Movilidad o en los reglamentos de tránsito municipales el renglón de a quien le toca dar un permiso a Antorcha -por decir- para una manifestación? Si al gobierno estatal o municipal. Con que no violente el derecho de ciudadanos es suficiente. La Constitución es clara. Pues si esa manifestación se hace con bloqueos al transito de más de 10 horas en la Carretera a Matehuala o con el cierre de la Diagonal Sur, con todos los perjuicios economico-sociales que conlleva, que se actúe y se le de vida y forma a nuestro Estado de Derecho. Ese que no debe estar a consideración de negociación ni mucho menos. Ese que se debe de dar a respetar por la autoridad sin necesidad de multiplicar un mandato constitucional con leyes secundarias, reglamentos de artículos o manuales. El respeto a la ley. Y punto. Hasta mañana...