El que ayer se haya confirmado la salida de dos alcaldes de sus partidos de origen -PRI o PAN da igual de donde eran originarios- no habla más que de la realidad que viven los partidos minoritarios. La avalancha, en todo México y San Luis, hizo temblar los cimientos de los tradicionales ganadores, y así el Verde y Morena empezaron a conquistar espacios impensables. Lo que les hizo ganar seguidores y por supuesto el poder que dan los recursos que van de la mano con ser mayorías legislativas o gobernadores o Presidentes de la República.

Sin más ni menos. Esos cimientos sostenidos con alfileres fueron debilitándose por sus dirigencias y decisiones. El PRI y el PAN en los últimos años vivieron en la arrogancia del recuerdo de sus años gloriosos y prefirieron convertirse en meros símbolos históricos -véase PRI- o franquicias personales de beneficio grupal reducido -véase PAN- que no consiguieron más que el rechazo de su gran cantidad de seguidores o la decepción de sus afiliados. Si los alcaldes de Villa Hidalgo o Rioverde viene a engrosar las filas verdes potosinas no es culpa del PVEM, es culpa de los partidos de donde nacieron y su falta de liderazgo. Y así se guiarán sumándose más y más. Ya son 29 los alcaldes que cambiaron al tucán. Vendrán más sin duda. Pero lo más grave es que la reflexión y renuevo en sus dirigencias o cambio en su bitácoras de navegación, quienes deberían hacerlo no lo hacen. Hasta mañana...