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El Diario de la destrucción que nos entrega Aguilar Camín es eso: un recuento de esos años de locura de los que todavía no salimos
00:10 miércoles 24 septiembre, 2025
ColaboradoresHéctor Aguilar Camín acaba de publicar, en editorial Debate, La dictadura germinal, Diario de la destrucción de la democracia mexicana. El libro es el resultado de una edición de sus textos publicados durante el sexenio de López Obrador. No se trata de una simple recopilación. Aguilar Camín historiador, novelista y analista connotado, se dio al trabajo de editar los textos, cortar y dejar, los hechos y las palabras presidenciales.
Hay que hacer notar que el autor del libro era “cliente” favorito del presidente. Largas intervenciones presidenciales se dedicaron al autor del diario. Era parte de las novedades en el estilo de gobernar: el insulto se volvió política pública. Porque hay que recordar que se destruyeron instituciones, pero también reputaciones. El presidente sabía que en este país tiene más peso su palabra, su señalamiento que la aplicación de la ley.
El Diario de la destrucción que nos entrega Aguilar Camín es eso: un recuento de esos años de locura de los que todavía no salimos y estamos viviendo sus consecuencias. El libro tiene esa facilidad de que no importa donde lo abras encontrarás parte de la destrucción, en hechos o en palabras. Si uno se pasa media hora leyendo se da cuenta que vivimos en un manicomio en el que, en efecto, gobernaban los internos del lugar.
Al leer el diario hay una sensación como de cruda, de mal despertar después de alguna francachela juvenil en las que apenas al medio día te vas enterando de lo que pasó el día anterior. Y sí, uno va leyendo como la destrucción del INE se había anunciado, el odio a la Corte que duró todo el sexenio hasta que acabaron con ella también se anticipó, la embestida a los científicos, a los periodistas y hasta a los españoles. Nada escapaba a la política delirante de López Obrador: el ITAM; por supuesto, pero también la UNAM, las universidades extranjeras, claro, pero también el CIDE. No dejar piedra sobre piedra.
No lo sabíamos, pero aprendimos rápido que el populismo consiste, entre otras cosas, en no dejar reposo, que a una cosa sigue la otra, el populista no descansa, no da tiempo para analizar, eso era de otra época, no hay tiempo que perder en la destrucción y el Diario nos recuerda esa incesante labor. Como aquella frase de Lenin: “a mí también me gusta la Appassionata de Beethoven pero es tiempo de cortar cabezas” (con la salvedad de que dudo que El Peje haya escuchado la célebre sonata del genio alemán, no tengo datos, pero tampoco dudas).
El libro nos ayuda a recordar que fueron años difíciles no solamente por la calamidad populista, sino por la pandemia, que aparte de la desolación y la muerte nos trajo la imagen de un presidente creyente de las estampitas y los conjuros. Tiempos en los que se decía que él no se contagiaba por su fuerza moral, mientras blandía una estampita religiosa. Diario de la destrucción de la democracia mexicana, también deja ver la construcción de ese megalómano que tuvimos en la presidencia. Si como candidato en otras ocasiones había dado muestras de su narcisismo, ya en el ejercicio del poder esta terrible manifestación de carácter se desplegó de modo alarmante. Nunca una equivocación, ni el leve asomo del error, para él todo estaba bien si salía de su boca, si él lo aprobaba. Todo el tiradero que observamos ahora, la corrupción rampante, el derroche de la clase gobernante, la anarquía del partido en el poder, la inseguridad, los vínculos de líderes del movimiento con el crimen organizado, todo eso se fraguó en esos años demenciales que recoge el Diario de Aguilar Camín. Un libro que bien pudo haberse llamado “Se los dije”.
POR JUAN IGNACIO ZAVALA
COLABORADOR
@JUANIZAVALA