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En el caso de este campeonato organizado por la mafiosa FIFA, no hay tintes religiosos, aun cuando sí haya un aprovechamiento geopolítico muy notable
00:10 domingo 14 diciembre, 2025
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Comenzaré con una inspiración de mínima poesía huertina: juro vivir hasta mediados del próximo año para beberme a gusto la Copa del Mundo. No me importa si la escuadra nacional llega a la cancha tan esmeraldina como nuestra camiseta inmortal con un marcador ligeramente adverso en estas competencias: sesenta y dos goles a favor y solamente 101 en contra. Nada significan esos cien balones en la meta junto a los sesenta y dos golazos de nuestros febriles artilleros, cuya estirpe deportiva se remonta —como todo lo bueno de la patria— a los pueblos originarios, pues ya se sabe: el juego ritual de pelota es el mejor antecedente y quizá raíz en la conciencia colectiva nacional, de nuestra devoción por el juego inventado siglos después por los ingleses. Por eso fue muy bueno el recordatorio de nuestra grandeza (palabra de moda), tal como hizo la señora presidenta (con A), ante el señor Trump (con P) y el señor Carney (con Y), allá en la nevada capital de Estados Unidos durante el carnavalesco sorteo de los equipos participantes en el cercano mundial. Dijo la señora en su primer encuentro personal con los vecinos: “Estamos orgullosos, orgullosas, de recibir por tercera vez la Copa Mundial. México es un país extraordinario, bello, mágico y millones visitarán nuestra nación. “Además, quiero decirles que tenemos un pueblo extraordinario, trabajador, y algo especial: nosotros disfrutamos del juego de pelota desde tiempos ancestrales.” Obviamente, la cortedad del tiempo disponible no le permitió mayores explicaciones, como esta (INAH): “…La proximidad del campo de juego con el tzompantli, tanto en Tula como en México, sugiere que el juego estaba vinculado al sacrificio humano por decapitación asociado a ritos de fertilidad. De este modo, el juego de pelota tiene tintes religiosos y políticos; por ejemplo, la conquista de Xochimilco por Axayácatl culminó con un juego de pelota”. Quizás haya sido ocasión para un contundente “Viva México”, pero la arenga encomiástica del pueblo maravilloso, mágico y todo lo demás tiene muy poca relación con el motivo del viaje. Además, el fútbol es un deporte cuya finalidad lúdica no se compara con el sanguinario ritual del tlachtli (o juego de pelota), pues esta era una actividad político-religiosa “donde se ganaban o perdían territorios e incluso la vida”. En el caso de este campeonato organizado por la mafiosa FIFA —en combinación con empresas transnacionales y los oligopolios de la televisión y las plataformas digitales—, no hay tintes religiosos, aun cuando sí haya un aprovechamiento geopolítico muy notable. Y una precisión: México no tendrá por tercera vez un Mundial. Tendrá la inauguración y doce partidos más. Lo demás pertenece al primer mundo de América del Norte.
POR RAFAEL CARDONA COLABORADOR @CARDONARAFAEL