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El libro lo merece. Sharabi cuenta sus meses como secuestrado con precisión y vividez, sin barroquismos ni arrebatos. Y lo que cuenta es terrible
00:10 martes 21 octubre, 2025
ColaboradoresEn un mundo mejor, “Hostage”, el libro de Eli Sharabi, israelí secuestrado por Hamas aquel 7 de octubre y prisionero por meses, provocaría alguna forma de autocrítica, de reflexión, en las muchísimas buenas conciencias que se han entregado al palestinismo ramplón y su hermano sociópata, el antisemitismo progre que domina las protestas contra el “genocidio”.
El libro lo merece. Sharabi cuenta sus meses como secuestrado con precisión y vividez, sin barroquismos ni arrebatos. Y lo que cuenta es terrible. Vecino de un kibutz cerca de Gaza, pasó 491 días en manos de los yihadistas, torturado y hambreado en un túnel, y fue liberado en un intercambio de secuestrados por terroristas presos para enterarse de que habían sido asesinados su esposa, su hermano y sus hijas, de 13 y 16 años.
Sobra decirlo, eran civiles indefensos, como los compañeros de encierro que asesinaron los terroristas a sangre fría. El problema es que este mundo, cuando hablas de Israel y Palestina, en general no es bueno y no es inteligente, y “Hostage”, recién publicado en inglés, difícilmente calará en las conciencias racistas, no asumidas como tales, que dominan las protestas “anti sionistas”.
Más allá del retrato de la crueldad de Hamas, inapelable, lo que tiene el libro de Sharabi es que nos pone frente al elefante en el cuarto. El elefante es el odio extendido no ya entre los terroristas, sino entre los palestinos en general. Los ciudadanos de a pie. Aayan Hirsi Ali tuvo el valor de decirlo cuando los atentados contra las Torres Gemelas: no es, por supuesto, que todos los musulmanes sean terroristas o simpatizantes del terrorismo, pero más vale entender que el odio contra Occidente, en general, y contra los judíos, en particular, está muy extendido. Es lo que pudo constatar Sharabi en su cautiverio, que terminó en los túneles de Hamás pero empezó con una familia digamos que común y corriente, incluso amistosa, y sin embargo permeada de antisemitismo.
¿Por qué este libro no calará en las buenas conciencias? Porque, en efecto, la judeofobia es una infección generalizada. No hay tal cosa como “antisionismo”. Lo que hay es un esfuerzo eufemístico por reetiquetar el antisemitismo, que de todas maneras brota por los poros en consignas compartidas con los terroristas en una sorprendente afinidad. Ya saben: “desde el río hasta el mar”, un llamado al exterminio, y así por el estilo. Ni hablar de los llamados a boicotear negocios de judíos en México, o de marcarlos con la estrella de David.
A pesar de la violencia brutal que lo golpea, Sharabi hace lo que no hacen los terroristas y sus cómplices, conscientes o no, de la progresía: se esfuerza en conocer a sus captores; en entender al que se asume como su enemigo. Matiza. Disculparán el pesimismo. Es un libro –va el lugar común– muy necesario. Léanlo.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09