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“El optimista piensa que este es el mejor de todos los mundos posibles. El pesimista teme que sea verdad”. J. Robert O.
00:02 jueves 11 agosto, 2022
Colaboradores“El optimista piensa que este es el mejor de todos los mundos posibles. El pesimista teme que sea verdad”. J. Robert Oppenheimer, físico teórico estadounidense.
Uno de los elementos que con frecuencia determina la forma en la que evaluamos información y que consecuentemente incide en las nuestras decisiones, es el nivel de optimismo o pesimismo que, de manera predominante o coyuntural exhibimos en nuestra conducta.
En un sentido analítico, el optimismo se refiere a la tendencia a sobreestimar la probabilidad de ocurrencia de resultados que nos son favorables - o por lo menos creemos que nos pueden serlo; mientras que el pesimismo se refiere, en contraposición, a la sobre ponderación de la estimación de resultados que nos pueden ser negativos.
Lo anterior ocurre con independencia de la naturaleza del resultado esperado. Así, por ejemplo, en lo que se denomina las visiones “Bear” o “Bull” en los mercados bursátiles en Estados Unidos, típicamente los inversionistas Bear suponen una tendencia de caída sostenida de los precios de los activos financieros, pero esperan ganar a partir de dicha tendencia. En este caso un resultado “negativo” para la bolsa es interpretado de forma positiva por los inversionistas Bear.
En los modelos económicos más rigurosos, la existencia simultanea de visiones pesimistas u optimistas ante un mismo escenario es una distorsión. Porque se parte de la premisa de que todas las personas, como agentes económicos, cuentan con la misma información y, teóricamente, deberían llegar a pronóstico similares.
Otro elemento importante en la ponderación de la influencia del pesimismo y el optimismo es el hecho de que estos son relativos y se expresan en función de la condición del entorno o de la tendencia reciente ya observaba.
De esta manera, por ejemplo, los analistas optimistas, hace cerca de 2 años, anticipaban que no habría un efecto inflacionario relevante derivado de las distorsiones de la pandemia; más recientemente, esos mismos optimistas estimaban que sí habría inflación, pero que esta sería de corta duración y no tan elevada. Hoy, los mismos optimistas apuntan a que la inflación está a punto de ceder.
Por el lado de los pesimistas, éstos apuntaban hace meses que una serie de fenómenos generaría rápidamente una recesión profunda y rápida en la economía global. Posteriormente, preveían a una recesión más lenta vinculada con la nueva trayectoria de las tasas de referencia. Hoy, algunos apuntan a que será una recesión importante pero más bien cargada hacia la segunda parte del año próximo.
En el agregado, las percepciones exageradamente optimistas tienden a tener efectos más negativos de corto y largo plazo sobre las decisiones que tomamos. En primer lugar, las percepciones demasiado optimistas impiden visualizar adecuadamente la existencia o gravedad de los obstáculos o riesgos de los cuáles se tienen señales en el futuro. En segundo lugar, los optimistas minimizan la posibilidad de ocurrencia de otros eventos negativos potenciales, de los cual es hoy no se tienen indicios. En tercer lugar, los exageradamente optimistas toman decisiones esperando siempre los mejores resultados, lo cual les impide analizar qué ocurría con su decisión si se presentaran resultados negativos y, consecuentemente, su evaluación de riesgo es deficiente.
Un último elemento importante, se refiere a la propensión de los exageradamente optimistas de esperar que los obstáculos se corrijan solos; lo cual disminuye la proclividad a establecer objetivos propios y rutas de acción que permitan incidir en los resultados futuros más, allá de las condiciones del entorno.
El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares