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Hacía décadas que EU no se plantaba tan abiertamente intervencionista como en este segundo periodo de Donald Trump. ¿Hasta dónde llegará?
00:10 miércoles 3 diciembre, 2025
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Hay una desconexión entre el Donald Trump de hace 10 años, que se lanzó por la presidencia con una plataforma nativista y aislacionista, y el Trump que ahora, desde la Casa Blanca y sus redes sociales, predica y practica abiertamente el intervencionismo.
En algunos casos lo ha hecho como “pacificador”, llevando a las partes a la mesa de negociaciones, o por lo menos, adjudicándose el mérito de los acuerdos. Tal fue el caso entre Tailandia y Camboya, acuerdo que ahora se tambalea; el de Armenia y Azerbaiyán, que llevaba largo tiempo negociándose; o mucho más notorios y no por ello más exitosos, los casos de Rusia-Ucrania y el conflicto —que no cesa— en Medio Oriente.
Ya me he referido en otras ocasiones a estos dos últimos: baste decir —para no distraernos— que Ucrania parece abandonada a su suerte mientras que Putin sigue ganando territorio y tiempo, y que Israel parece tener patente de corso para violar selectivamente los supuestos ceses al fuego en Líbano y Gaza mientras que la expulsión hormiga de palestinos continúa en Cisjordania.
El lado intervencionista de Trump está a la vista no sólo en la manera en que ha conducido (sic) las negociaciones (resic) de los aranceles, sino en cómo se ha involucrado abierta y descaradamente en procesos electorales en Europa y, más bruscamente aún, en América Latina. El caso argentino fue notorio, con la promesa —parcialmente cumplida— de un salvavidas de 40 mil millones de dólares para salvarles de la bancarrota, siempre y cuando votaran por Milei, claro. Y ahora, en Honduras, con una peculiar combinación de apoyo al candidato de la derecha y el prometido indulto a un expresidente —Juan Orlando Hernández— condenado en EU por nexos con el narcotráfico.
El caso hondureño es más ominoso que el argentino, sobre todo por cómo se vincula con la situación en Venezuela. Las dos líneas argumentativas para justificar una posible acción militar contra el gobierno venezolano son, primero, el combate al narcotráfico y, segundo, el restablecimiento de la democracia. ¿Pero cómo compaginar el combate al narco con la liberación de un, ese sí, narcopresidente? ¿Y cómo hablar de restaurar la democracia cuando se le subvierte sin pudor?
Este regreso a la doctrina Monroe, la del “patio trasero”, se da en un nuevo entorno internacional, con una Rusia que quisiera volver por sus fueros imperiales y una China que ya se asume como par (y rival directo) de EU.
Del mundo de la bipolaridad pasamos al unipolar y ahora al de tres países dominantes que no acaban de definir dónde comienzan y dónde terminan las zonas de influencia y/o control.
Los juegos de poder son siempre peligrosos, pero más todavía cuando no hay reglas ni límites claros.
Esto, queridos lectores, se va a poner de a peso.
POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS
@GABRIELGUERRAC