Vínculo copiado
El asesinato del activista conservador Charlie Kirk es un macabro recordatorio de cómo el discurso de odio que hace tiempo asentó sus reales en EEUU
00:10 lunes 22 septiembre, 2025
ColaboradoresEl tejido social estadounidense está rasgado, tal vez roto y sin remedio posible. Hay una fisura que tiene que ver lo mismo con problemas de desigualdad, discriminaciones y estancamiento de las clases medias que con lo que algunos llaman las “guerras culturales”. Dependiendo del lado en que cada quien se encuentre, estas últimas se pueden plantear como un combate al “wokeismo” o cómo la resistencia ante una profunda regresión social y de libertades. El diálogo y el debate civilizados son cada vez más un espejismo. Sería una falacia -y una simpleza- pretender atribuir todo esto a la década de Donald Trump, desde que anunció por primera vez su aspiración a la presidencia en junio de 2015. Es cierto que Trump ha dicho en voz alta cosas que antes solo se susurraban y que ha hecho de la misoginia y el racismo encubierto y abierto una bandera, pero nada de eso lo inventó. El genio político de Trump consistió en tomar todo aquello que amplios sectores de las disminuidas clases medias ya pensaban y articularlo abiertamente, sin pena, sin rubor. Fue normalizar muchos de los instintos profundos y subyacentes de ese segmento de la población que lleva ya casi tres décadas sintiéndose marginado, excluido, discriminado (sic) por el avance de las minorías étnicas, de las mujeres, de la diversidad y de la población LGBTQ. El impacto ha sido brutal. Dependiendo del lado en que se encuentre usted, querido lector, apreciada lectora, se ha dado una regresión mayúscula o se ha restablecido el orden natural de las cosas (sic y sic). En ese trayecto se han ahondado las divisiones y el desdén ha dado paso al odio, y el odio a la violencia. En un país que tiene los índices más altos del mundo de posesión de armas de todo tipo; la cantidad de personas con problemas de enfermedades mentales serias sin atención y los discursos extremistas de sus personajes públicos, las consecuencias son terroríficas. Charlie Kirk no era, ni de lejos, alguien con quien yo coincidiera. Sus posturas archiconservadoras eran no solo provocadoras, sino polarizantes, pero nada de eso puede justificar -ni de lejos- el uso de la violencia, del asesinato, para callar su voz. Pero tampoco se puede pretender que la violencia viene de un solo lado, como lo han hecho algunos de sus simpatizantes. La violencia criminal deriva de la normalización del odio, de la exclusión, del desprecio q quien opina diferente. Al deshumanizar al rival político-ideológico se pavimenta el camino que lleva, inexorablemente, a la tragedia. Apuntes al margen
Hoy es 16 de septiembre, día propicio para recordar todo aquello que nos une como mexicanos. Hagámoslo: pensemos en eso antes que en lo que nos divide, aunque sea por un día. Porque la reconciliación solo se dará paso a paso. POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS [email protected] @GABRIELGUERRAC