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Aunque el entorno ha sido muy difícil, el saldo es más bien modesto: tratar de ir saliendo al paso
15:25 miércoles 3 septiembre, 2025
ColaboradoresEl primer año de Claudia Sheinbaum ha sido un año marcado por las dificultades. Su aprobación es alta, los programas sociales siguen funcionando como una política pública de enorme popularidad, las conferencias mañaneras operan eficazmente como eje de su modelo de comunicación, no ha tenido que hacer cambios en su gabinete, en fin, a primera vista su gobierno proyecta una imagen de cierta firmeza y estabilidad. Detrás de esa apariencia, sin embargo, hay multitud de contrapuntos que cuentan otra historia.
La continuidad respecto a la presidencia de López Obrador no es un mero “legado”: es una manera de gobernar. Sheinbaum se ha mostrado no sólo eficaz para heredarla, sino incluso celosa de profundizarla. De la reforma judicial a la electoral, de la desaparición de los órganos autónomos al fortalecimiento de las fuerzas armadas, su agenda política ha seguido al pie de la letra el camino que dejó trazado su antecesor. Tras un año en el poder, no hay ni un atisbo de diferencia en ese sentido: el claudismo es, en efecto, el “segundo piso” del autoritarismo obradorista.
En materia de seguridad, sin embargo, es innegable que hay una intención de cambio. No sólo por el apuntalamiento de Omar García Harfuch, quien poco a poco ha ido haciéndose de influencia y posiciones, sino por el crecimiento de operativos, decomisos y detenciones, así como por la reducción en los homicidios y algunos otros delitos. Quizá esos números no mientan, pero la experiencia cotidiana no se ciñe del todo a ellos: sea por la fuerza de la gobernanza criminal en numerosas regiones y ámbitos, por las luchas territoriales entre grupos del crimen organizado, por la crisis de las desapariciones, porque la Guardia Nacional es un cuerpo de disuasión que apenas administra los conflictos, etcétera. La narrativa oficial insiste en los “éxitos”, los mexicanos siguen viviendo con miedo.
La economía ofrece otro ejemplo. Hay más o menos disciplina fiscal, la inflación está relativamente contenida y el tipo de cambio resiste. Pero bajo esa superficie, la actividad económica no despega, prevalece la incertidumbre y el crecimiento del PIB está en mínimos. El escenario no inspira confianza.
Sheinbaum ha tenido que forcejear adentro, habérselas con las disputas internas de una coalición hegemónica sobre la que ya no hay una figura tutelar que ejerza control ni que inspire disciplina a la manera de López Obrador; y también afuera, con las presiones de un Donald Trump no nada más impredecible y errático, sino empeñado en mostrarse muy duro con México y ávido de aprovechar sus vulnerabilidades. Entre ambos forcejeos, el saldo de su primer año resulta modesto. No ofrece una visión clara ni optimista del futuro, en todo caso deja un testimonio de que ha ido tratando de salir al paso. Quizá no sea menor ante lo adverso del entorno que le tocó enfrentar; pero ante magnitud de los retos, rezagos y retrocesos que acumula el país es, ciertamente, muy poco.
POR CARLOS BRAVO REGIDOR
COLABORADOR
@carlosbravoreg