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El periodista no califica los hechos y ni siquiera los comenta: se limita a consignarlos.
00:02 jueves 27 enero, 2022
ColaboradoresEl 22 de enero de 2019, Carlos Loret de Mola publicó en El Universal un texto titulado “Este artículo de opinión no tiene ninguna opinión”. En él, refiere siete hechos protagonizados por el partido en el gobierno: la declaración de una diputada de que, para evitar los feminicidios, es mejor que las mujeres eviten salir; la designación al frente de Segalmex de un ex director de Conasupo en el sexenio de Salinas; la compra sin licitación de 500 pipas; la negativa de la Fiscalía a reconocer contradicciones en el caso de la explosión en Hidalgo; la presencia del rostro del Presidente en la escenografía de un acto del partido del yerno de Elba Esther Gordillo; una declaración del director del Fondo de Cultura Económica sobre la importancia de sus “locuras” en el catálogo de esa editorial pública. El periodista no califica los hechos y ni siquiera los comenta: se limita a consignarlos. Sin embargo, desde el título reconoce que, al hacerlo, emite una opinión. Iré más lejos: emite dos. La evidente es que opina que el partido gobernante gobierna mal y que sus hechos contradicen su retórica. Desde el título, Loret transparenta su estrategia: ha elegido consignar hechos públicos verificables no sólo para construir su argumento sino para evidenciar la solidez de éste. Con ello, sin embargo, cifra otra opinión, acaso más provocadora: que un artículo de opinión no precisa contener opiniones explícitas para ser tal, que en el hecho mismo de elegir qué información difunde un periodista hace un ejercicio de opinión. (Y, en efecto, es posible imaginar un artículo realizado con idéntica metodología por un periodista cercano al gobierno: con otros siete hechos, el resultado podría haber sido favorable al presidente y su partido.) El ejercicio me permite demostrar algo que quienes nos dedicamos al periodismo sabemos: que la opinión explícita es sólo una de las herramientas, y el artículo de opinión sólo uno de los géneros, para pronunciarse sobre asuntos de interés público. En toda redacción se decide qué informar, qué no y en qué orden, qué suceso amerita una serie de reportajes a profundidad y para cuál basta una nota breve de agencia. Ese ejercicio, equivalente a la puesta en práctica de una línea editorial, redunda de manera invariable en una toma de postura: el New York Times no informa igual que Fox News; para conocer la idea de mundo de TeleSur no hace falta frecuentar sus espacios de opinión, y lo mismo aplica para el Financial Times. En la reciente decisión de la SCJN de obligar a los medios a identificar los espacios de opinión como tales hay, sí, una vocación autoritaria. Peor, hay ignorancia del periodismo. Mucho más útil sería una gran campaña de alfabetización mediática que nos enseñara a todos –empezando por los ministros de la Corte– a saber leer la información. POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
@NICOLASALVARADOLECTOR