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El exhorto del secretario de Transporte de Estados Unidos Sean Duffy ejemplifica la estética trumpista: ramplona, banal y de mal gusto
00:10 lunes 1 diciembre, 2025
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Casi siempre saco (en raras ocasiones chamarra: lo irrenunciable son los bolsillos); suéter y/o camiseta (a veces camisa, con o sin corbata —depende menos de la agenda que del humor—); pantalón de vestir o caquis o jeans; sin excepción mocasines (no lidiaré con agujetas en una revisión de seguridad): he ahí una aproximación a mi atuendo para tomar un vuelo, no demasiado distinto del de cualquier otro día. (Los fines de semana uso menos sacos; cuando no vuelo mi rango de calzado es más amplio; no hay mucho más cambio.) La moda ha dejado de interesarme como consumidor —como espectador me interpela aún— pero lo que visto sigue importándome. Me gusta la ropa clásica y bien cortada. Y tiendo a lo formal, un poco por edad, un poco por temperamento, mucho por cinefilia. Crecí con las imágenes de Fred Astaire y Cary Grant, más adelante les sumé las de Hugh Grant y Jude Law, lo que aunado a un viejo lema publicitario, tan poderoso que ni siquiera recuerdo a qué marca pertenecía -“If you want to play the role, dress the part”: “Si quieres el papel, vístete para él”-, me llevó a concebir la ropa como parte consustancial de la construcción no sólo de mi identidad sino de mi relato de vida. En efecto: antes de abordar un vuelo pienso en Richard Burton en The VIPs o en Leonardo di Caprio en Catch Me If You Can. Y, sí, ver gente correctamente vestida a bordo de un avión mejora mi experiencia. Más allá, pienso que la decisión de cómo vestirse para viajar es íntima y personal. El tema ha cobrado relevancia en los últimos días a partir de las declaraciones del secretario de Transporte de Estados Unidos Sean Duffy quien, en un video promocional parcialmente ilustrado con pietaje de la llamada Era Dorada de la Aviación —los años 50 a 70—, exhorta a la población de su país a cultivar la civilidad en aeropuertos y aviones y a vestirse “con respeto”. Muchos medios de comunicación estadounidenses han condenado que esto venga de quien en sus mocedades de concursante del reality show televisivo The Real World apareciera con frecuencia en paños menores en las pantallas caseras. Convencido como estoy del potencial de redención de todo ser humano, el antecedente me preocupa menos que el fraseo específico —¿qué es el respeto vestimentario?, ¿quién lo determina?, ¿incide sobre el largo de una falda o lo profundo de un escote?— y sobre todo menos que la naturaleza del emisor: en una democracia, una dependencia gubernamental nada tendría que opinar de la vestimenta de los ciudadanos. Al mismo tiempo concedo que el video es mero exhorto, y que mientras no haya ley o decreto que limite el derecho a los estadounidenses a vestirse como les venga en gana, leer en él un acto autoritario sería incurrir en pánico moral. Lo que seguro hay es mal gusto, esa insignia de la administración Trump. POR NICOLÁS ALVARADO COLABORADOR IG y Threads: @nicolasalvaradolector