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La crisis sanitaria recrudeció el rezago social que padece la población infantil indígena; su última preocupación son las clases a distancia, pues deben ayudar a sus padres en el cultivo de amapola
08:55 domingo 28 marzo, 2021
MéxicoEn la Montaña de Guerrero la emergencia sanitaria por covid-19 se vive de forma diferente y los niños son los grandes damnificados. A diferencia de lo que pasa en las ciudades del país, aquí la preocupación no es usar cubrebocas, gel antibacterial o asistir a las clases a distancia, sino conseguir el sustento familiar. El rezago social que ya de por sí padece la población infantil indígena, se recrudeció por el hambre y la irrupción del nuevo coronavirus. En la Montaña no hay hospitales, médicos o medicinas. En esta región las familias se dedican a producir maíz de temporal para autoconsumo, pero recurren al cultivo de amapola ante la falta de opciones de ingreso. Además de tener que conseguir madera o agua en la sierra, los niños apoyan a sus padres en labores del campo para obtener goma de opio. "Ha sido una pesadilla para ellos porque nacen con hambre, desnutridos, con los pies desnudos y no hay posibilidades de que se den el lujo de sentarse a estudiar frente a una laptop o un teléfono celular, porque ni siquiera tienen luz en sus casas”, explicó Abel Barrera Hernández, director del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, en entrevista con Excélsior. Además de la presencia de grupos paramilitares, otro estrago son las diásporas: buscando escapar del hambre, el año pasado emigraron más de 15 mil mujeres y hombres hacia los campos de estados como Sinaloa, Zacatecas y Guanajuato, han documentado activistas.
LA PANDEMIA DEL HAMBRE
Entre los habitantes de los campos de amapola de La Montaña de Guerrero se habla más de la crónica pandemia del hambre que de covid-19. Mientras en las ciudades el uso de cubrebocas, la aplicación de gel antibacterial y el recuento de muertos y contagios dan cuenta de la emergencia sanitaria, en los campos de amapola de esta región guerrerense las secuelas de esta enfermedad son diferentes. Aquí los niños desaparecieron de las matrículas de las escuelas y los poblados comenzaron a vaciarse por el recrudecimiento del hambre entre las familias dedicadas a la actividad agrícola pues se acentuó la crisis en el campo porque no llegan apoyos gubernamentales. "Es difícil que a los niños y a las niñas de La Montaña de Guerrero los miremos a través de una pantalla tomando clases. No los vamos a ver frente a las pantallas de las computadoras, los vamos a ver caminando en lo alto de la montaña cargando leña para que sus madres cocinen o a las niñas cargando cubetas con agua y cuidando a sus hermanitos más pequeños. "Ha sido una pesadilla para ellos, porque nacen con hambre, desnutridos, con los pies desnudos y no hay posibilidades de que se den el lujo de sentarse a estudiar frente a una laptop o un teléfono celular, porque ni siquiera tienen luz en sus casas”, explicó Abel Barrera Hernández, director del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, en entrevista con Excélsior. De septiembre de 2020 al pasado 6 de febrero, mil 553 niñas, niños y adolescentes, la mayoría de población indígena en edad para asistir a la escuela, no recibió clases virtuales durante la pandemia en esa región de Guerrero, por lo que la opción de escuela para ellos se desplomó. Son niños guerrerenses que cortan leña y recolectan agua a varios kilómetros de sus hogares, ya sea caminando o en burro. También son menores que van a apoyar a sus papás a los campos de la amapola para obtener la goma de opio, donde no hay otra cosa que sembrar, porque no existe una diversidad de productos para su sustento. Es importante precisar que vienen de hogares indígenas que se dedican a la producción de maíz de temporal y que, ante la insuficiencia de alimentos, se han visto obligados a sembrar amapola. Sin embargo, también se desplomó el precio de la amapola, desde 2018. En ese año, el precio de la goma de opio en México cayó 80 % debido al aumento exponencial del uso del fentanilo por los consumidores de Estados Unidos, de acuerdo con un estudio del Network of Researchers of International Affairs. Según Noria, quien realiza trabajo de campo en Guerrero y Nayarit, el precio por kg de goma cayó de los 20 mil pesos en 2017, a los seis u ocho mil pesos en 2018. Y así sigue. "Niños y niñas, pues, rayadores, podemos llamarles así, que en lugar de tener la posibilidad de sentarse a estudiar, tienen que estar bajo el rayo del sol, realizando estas actividades agrícolas para poder comer”, explicó Barrera. "La tragedia por la pandemia en La Montaña va mucho más allá del aislamiento y las restricciones sociales de las grandes urbes.
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Con información e imagen; Excélsior