Vínculo copiado
La información más importante de medios nacionales
06:30 lunes 17 junio, 2019
PLUMAS NACIONALESEditorial EL UNIVERSAL / Contra los más vulnerables
El sistema de salud no está exento de los ajustes que está realizando el gobierno federal para lograr ahorros y concretar un manejo eficiente del gasto. Por esa razón y debido a que brinda atención a millones de personas, cualquier cambio —para bien o para mal— tiene una resonancia nacional. En el último semestre se ha conocido de desabasto de medicinas, de reducción de apoyos a médicos pasantes, de personal de hospitales que trasladan cadáveres por las escaleras ante la falta de mantenimiento a elevadores o suspensiones del servicio de tomografía contrastada por la falta de jeringas. Las protestas de pacientes y de trabajadores ha servido para que muchos de los servicios y prestaciones sean restituidos. Hoy se conoce un nuevo dato en lo que muchos consideran crisis del sector salud. A partir del 15 de junio cerraron 315 Unidades Médicas Urbanas adscritas al programa IMSS-Prospera. Como consecuencia de la desaparición del programa Prospera, el Seguro Social ya no recibirá transferencia de recursos para la operación específica de esas unidades. Esas instancias se encontraban distribuidas en 28 entidades y su tarea principal era proporcionar servicios médicos a población sin seguridad social que habita zonas urbanas marginadas. En cada una laboraban entre uno y dos equipos integrados por un médico, dos enfermeras, un promotor de acción comunitaria, un administrador y una secretaria. Solo en el estado de Veracruz había 19 Unidades Médicas Urbanas que atendían una población de alrededor de 44 mil habitantes. A las preguntas de usuarios respecto a dónde recibirían atención, médicos y enfermeras no tenían respuesta, pues la autoridad solo les dio una instrucción precisa: entregar las instalaciones. De acuerdo con el testimonio de una enfermera, el cese de los trabajadores tampoco se caracterizó por su apego a la legalidad: “No tenemos seguridad social, estamos contratados por honorarios, no generamos antigüedad, muchas veces se retrasaron los pagos y eso no importó nunca, ahora nos corren sin liquidación, no hay oportunidad de reubicarnos y lo peor es que la gente que venía para controlar su diabetes, hipertensión, darle seguimiento a su embarazo o de manera preventiva se quedaron sin ese servicio”. Cerrar 315 opciones de atención médica cuando aún no hay otras opciones en la reestructuración que se plantea para el sistema público de salud es una medida que sólo va en detrimento de los más vulnerables. A quienes deciden desde una oficina en la capital del país no vendría mal un poco de empatía con los usuarios de los servicios. No representaría un gran esfuerzo. OPINIÓN / El presidente frente a la adversidad El carácter se conoce en la adversidad. Es cierto en todo quehacer humano pero más en el ejercicio de la política. Gobernar en la prosperidad es fácil. Es mucho más simple administrar la esperanza que el descontento. Esa es la verdadera prueba del líder político. Por años, Andrés Manuel López Obrador dijo ser la panacea contra la pesadumbre mexicana. Tenaz luchador social y feroz (lo digo como un elogio) líder de oposición, López Obrador prometió reconciliación inmediata, honestidad absoluta y un retorno paulatino pero visible a la abundancia. Y prometió mucho más. Después de años de brega convenció a una mayoría de votantes que el país, en efecto, estaría mejor con López Obrador. Él sería el catalizador de la renovación moral del país, la garantía de la abundancia con justicia. “Sonríe”, decía hace años. “Ya ganamos”. Ahora que ha ganado, no sabe bien qué hacer con la victoria. Sin el agravio permanente de quien ha vivido de ser oposición, el presidente ha tenido que abandonar el papel que le acomoda para asumir uno más complejo. Antes era el dedo flamígero, la voz de la indignación, el que exigía cuentas al mal gobierno. Ahora es su turno de asumir responsabilidades, tolerar y escuchar la crítica y, de ser necesario, enmendar el camino. Le toca aprender a ser gobierno. No lo ha conseguido. El gobierno lopezobradorista ha tenido, en términos generales, un mal comienzo. Es larga la lista de tropiezos, muestras de terquedad o impericia. El resultado es obvio: el clima de esperanza y consuelo de hace un año ha dado paso a una cierta desilusión y, en algunos casos, a muestras de hartazgo. A López Obrador le toca ahora enfrentar la adversidad. Por desgracia, la adversidad ha revelado a un hombre mezquino, empecinado en una lectura binaria de la vida pública. Sigue trepado en su viejo cuadrilátero. En la última semana, López Obrador volvió a ser el gran opositor de todo el que disiente de él. En medio de la crisis de seguridad de la Ciudad de México, optó por defender a la gobernante antes que a los gobernados. Frente al luto y horror de los capitalinos, prefirió levantar la mano entre sonrisas a la atribulada jefa de gobierno. No solo eso. Con tal de proteger el futuro político de Sheinbaum, el presidente prefirió inventar una conspiración. Quiso victimizarla y exonerarla antes que asumir con humildad y autocrítica las omisiones del gobierno de la capital, ligado tan estrechamente al gobierno federal. Imaginemos por un momento a Enrique Peña Nieto encabezando un mitin en defensa, digamos, del procurador Murillo Karam en aquellos días aciagos de Ayotzinapa, después del insensible “ya me cansé”. Imaginemos a Peña Nieto levantando la mano de Murillo en Guerrero, gritando “No estás solo”, acusando a las fuerzas de oposición de conspirar contra el pobre, desvalido procurador. Imaginemos una fotografía de Peña Nieto y Murillo, con las manos entrelazadas y sonriendo en medio de la tragedia. Imaginemos lo mismo en el caso de la Casa Blanca y la primera dama o el error que usted prefiera. Habría sido intolerable. El equivalente lo es hoy también. ¿Qué explica la falta de compasión elemental de López Obrador? La respuesta, me parece, está en su definición de la crítica. El presidente insiste en interpretar la crítica como antagonismo. Quien lo critica se le opone y no hay más. Son sus enemigos y no hay matiz posible. Sus críticos quieren su fracaso, sabotearlo, tirarlo, darle un golpe de Estado. Peor todavía: sus críticos no buscan el bien de México; quieren solo defender sus intereses, incompatibles, por principio, con el buen destino del país. En ese saco caben todos: periodistas, intelectuales, empresarios y quien se atreva a decir que las cosas no marchan bien en el gobierno lopezobradorista. Es un vicio que distorsiona el debate público de manera irremediable. De manera contradictoria, López Obrador se precia de representar la unidad y la posibilidad de reconciliación de una sociedad fracturada, pero en la práctica polariza por sistema. Los que no están conmigo están contra mí. Y sanseacabó. No es verdad, por supuesto. Los periodistas que exhiben los tropiezos del gobierno, los comentaristas que lo critican y la opinión pública que le exige no buscan el colapso del gobierno mexicano. No son vendidos, chayoteros ni corruptos. No son lacayos ni cretinos que le desean el abismo. El fracaso del proyecto lopezobradorista resultaría muy costoso para México, y en el país no hay tantos suicidas como imagina el presidente. Lo que sí hay son voces críticas y un ímpetu renovado de exigir una constante rendición de cuentas a quien gobierna. En otros tiempos, López Obrador habría estado orgulloso de esta crítica al poder. Incluso la animaría. Después de todo, él mismo, en su versión previa, la encabezó, sin cuartel ni sosiego. Ahora, que está en el poder, ha decidido que le incomoda. Y no solo eso: le estorba. Sigue viviendo como líder opositor. Ahora le toca gobernar. Mientras más pronto lo asuma, mejor le irá al país. Frentes Políticos 1. Preparados. El Partido Revolucionario Institucional prevé la instalación de seis mil urnas en todo el país para la jornada del próximo 11 de agosto, donde se elegirá a la nueva dirigencia nacional, en un proceso al que califican de ejemplar y que busca fortalecer y relanzar a ese instituto político. Arturo Zamora Jiménez, secretario general del PRI, confió en que de este proceso interno emane una nueva dirigencia nacional, un partido y una militancia que sea un mayor contrapeso a las actuales decisiones que toma el gobierno federal. Van por la renovación del Revolucionario Institucional. Los propósitos tienen un costo y a ellos el proceso interno les saldrá en unos 80 millones de pesos. Nunca el tricolor estuvo tan al borde del abismo. ¡Aguas! 2. A trabajar. Siempre les gana el tiempo sin concluir dictámenes ni votar las leyes. Pero en su segundo periodo extraordinario de sesiones, a partir del 18 de junio, el Senado de la República tiene una agenda muy nutrida: desahogará 14 temas de una agenda legislativa en la que tiene prioridad la ratificación del acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, el T-MEC. Ricardo Monreal Ávila, presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara alta, adelantó que se discutirán seis acuerdos paralelos negociados. Ya vienen descansados, así que los legisladores están obligados a cumplir su parte sin dilaciones. El tema está tan manoseado que lo que urge es dar el paso siguiente, antes de que cambie el humor del vecino del norte. 3. ¿Vista gorda? Una noticia que debe traer tranquilidad a los neoleoneses es que elementos de la Fiscalía General de la República dieron un fuerte golpe al narcotráfico luego de asegurar y desmantelar, en el municipio de García, una bodega utilizada como laboratorio para la elaboración de la droga sintética fentanilo. Fue detenido José Guadalupe Almaguer o José Guadalupe Almaguer Herrera, químico y dueño de la empresa Ampex Chemicals, y puesto a disposición de un juez. Dada su capacidad, se le considera, desde ya, un aseguramiento histórico. Colaboró hasta la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (mejor conocida como la DEA). ¿Y siendo tan trascendente, de verdad el gobierno de Jaime Rodríguez ni enterado? No. 4. Luz. Por primera vez en la historia, el sector empresarial evaluará si el Plan Nacional de Desarrollo del presidente Andrés Manuel López Obrador da confianza para la inversión y la estabilidad económica de México. Valorarán y enriquecerán la estrategia sexenal gracias al parlamento abierto que se realiza en la Cámara de Diputados. Mario Delgado Carillo, coordinador de la bancada de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), aseguró que el Plan Nacional de Desarrollo “es un instrumento de confianza para la inversión y la estabilidad”, pero reconoció que la participación de los sectores empresarial e industrial son una base primordial para lograr el objetivo. Venga lo que venga, esa apertura histórica no se las quita nadie. 5. Los olvidados. Dice la diputada Frida Alejandra Esparza Márquez, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que el envío de seis mil elementos de la Guardia Nacional para detener, encarcelar y deportar a migrantes en Chiapas y otros estados es “un error histórico” porque se responde a los mandatos y acuerdos firmados con Estados Unidos y se olvida la tradición del país en materia de asilo, refugio y protección a extranjeros. Urgió a la intervención del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de otras instancias internacionales para que verifiquen qué es lo que está ocurriendo en la frontera sur de nuestro país. Todavía no pasa nada y los del sol azteca ya están en alerta máxima.
Bitácora del director / No están solos Una de las mejores cualidades de un líder es saber escoger a sus colaboradores y dejar que éstos proyecten luz propia. Un plan de liderazgo estratégico no puede estar completo sin la construcción de un equipo de trabajo. Los proyectos se mueven con base en la motivación. Y nada genera más motivación que ser parte de un equipo que tiene un entendimiento claro de su misión y visión, y en el que el líder deposita su confianza. Los líderes que facilitan la construcción de equipos proveen a sus colaboradores de retos, los inspiran y alientan en la tarea colectiva y les dan la oportunidad de sentirse apreciados mediante el desarrollo de sus talentos personales. Durante los primeros seis meses de su gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha desdeñado la formación de un equipo de trabajo. No sólo me refiero a su gabinete, sino un equipo político en el sentido amplio. No cabe duda que López Obrador ejerció las facultades constitucional y metaconstitucional de escoger a quienes lo acompañarían en la aventura de la Cuarta Transformación. Designó a su gabinete varios meses antes de la elección presidencial, y también seleccionó a quienes competirían por gubernaturas, diputaciones y senadurías. Hoy es evidente que López Obrador no tiene un equipo con las características que describo en los primeros párrafos. Tiene simples compañeros de viaje, quienes, me parece, no tienen claras sus tareas y no están motivados. Lo primero, porque el Presidente, que suele ser muy bueno para informar al gran público y reinterpretar los hechos de interés público a su favor —El rey del spin, 12/VI/2019—, no lo es en la comunicación con su equipo y, por tanto, en la coordinación y motivación del mismo. Me imagino a los miembros del equipo pendientísimos de lo que se dicen en las mañaneras en Palacio Nacional para conocer qué se espera de ellos. Y también para saber si el Presidente no los ha desmentido respecto de alguna cosa que declararon, como ha sucedido ya varias veces desde diciembre. No veo al equipo de López Obrador ni informado ni coordinado ni motivado. Lo veo sólo pendiente de cumplir instrucciones sin señales claras, que cambian con la misma frecuencia que los vientos, como ha ocurrido en días recientes con el tema migratorio. Hay líderes que no procuran un buen equipo porque creen que su liderazgo alcanza para todo. Peor aún, hay líderes que no delegan funciones y decisiones porque creen que lo saben todo o porque tienen desconfianza en que alguien más opere o brille. Creo que López Obrador funciona dentro de esa esfera de liderazgo, en que no se logran los objetivos. Porque éstos no están claros, porque no se saben comunicar y porque no se confía en que otros compartan responsabilidades. Consciente o inconscientemente, López Obrador ha empequeñecido a sus colaboradores. En lugar de que ellos sirvan de pararrayos al Presidente —es una de las ventajas de delegar—, él tiene que salir a su rescate cuando se equivocan o no dan resultados y los apapacha con un paternalismo que los disminuye. Eso pasó recientemente con la jefa de Gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum. Haberle dicho, y coreado, “no estás sola” mandó un mensaje inequívoco: ella sólo vale en la medida en que él la apoye. Haber realizado ese acto de apoyo mientras velaban al joven Norberto Ronquillo, secuestrado y asesinado, restó aún más autoridad a Sheinbaum, quien aparecía en escena como si fuese la Dulce Polly rescatada por Supercán.