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Ser un empresario, incluso un empresario exitoso, es una chinga. Por supuesto que puedes alcanzar una calidad de vida espectacular
00:01 domingo 14 septiembre, 2025
ColaboradoresSer un empresario, incluso un empresario exitoso, es una chinga. Por supuesto que puedes alcanzar una calidad de vida espectacular, pero hay que someterse al estrés de la competencia; trabajar muchas horas; pagar impuestos; solventar la nómina de tus trabajadores cada maldita quincena; lidiar con el IMSS; a veces, someterte a la extorsión sindical o, directamente, a la del crimen organizado; arreglarte con el funcionario en turno para los papeles, etcétera. Incluso si heredas la empresa o empresas de tu padre o tu madre, el sacrificio es, en fin, grande. Así que, si quieres viajes lujosos, aviones privados, súper restaurantes y un puro de buena calidad en un yate, tienes que elegir el camino escarpado. O, para más precisión, tienes o que hacer eso, o trabajar para la 4T, que ha demostrado ser una vía rápida y comparativamente relajada a la prosperidad. Aspiracionismo chairo, podríamos llamarle. Hay varios ejemplos a mano. Si el inglés fuera todavía una lengua legítima –se me escapa la traducción al náhuatl, disculparán–, hablaríamos de “role models”. Está el que pone una fábrica de chocolates que no se encuentran en ninguna parte, luego ve cómo, milagrosamente, varios de sus bróders se hacen con jugosos contratos públicos y, con un sueldo de 80 y pico mil varos, se receta 15 días en un hotel de lujo en Japón, con escala en Prada incluida.
Están los que, con sueldos de austeridad republicana, consiguen la champaña que solo le regalan a los que se gastan un millón de pesos en conocida joyería. Está la que pasa sin escalas de mentarle la madre a los vecinos en un entorno de clase media-media, a viajar en Suburban, igualmente con salario austero, pero con huipil, un aprenda incómoda, suponemos, cuando hay que arrodillarse para rezarle a una deidad prehispánica. Y está, por supuesto, el que sale de la vecindad en el centro, con los libros apilados en el piso, para manejar dos camionetas de un millón de pesos y comprar con hipoteca-comprar en cómodas quincenas-no comprar porque en Tépoz no hay propiedad privada una casa de 12 millones que, luego de lustros de fotos con Maduro y tuits a mayor gloria de la revolución bolivariana, defiende con argumentos –válidos– propios de Milton Friedman, en un lúcido alegato instantáneo contra la sandez ejidal-comunal. Bueno, la defiende con eso, y con la Guardia Nacional, que le puso escoltas para defenderlo de los empujones de un priista y de los comuneros malos, a los que antes retó, como al priista, a romperse la madre con él. Se le olvidó precisar que con él, y unos militares.
Sobra decirlo, la prosperidad chaira no es para todos. Como celebró algún comentócrata de izquierdas, simplemente hemos visto un cambio de manos del dinero. Claro, esta nueva élite no crea un empleo fuera de su familia, pero quién se fija en esos detalles. POR JULIO PATÁN