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Primero la Bandera, luego Zapata y ahora ¿Qué sigue? El pasado 15 de noviembre un grupo de encapuchados inmersos en una marcha que protestaba contra el acoso sexual, convocada en su mayoría por estudiantes de la UNAM, destruyó la Bandera Nacional partiéndola en dos para luego ir a quemarla frente a las instalaciones de Rectoría en Ciudad Universitaria.
00:05 lunes 23 diciembre, 2019
VIRALES“Esta bandera de tres colores representa
a mi patria y significa el valor de aquellos que
una vez lucharon por nuestra independencia” (V.P)
Primero la Bandera, luego Zapata y ahora ¿Qué sigue? El pasado 15 de noviembre un grupo de encapuchados inmersos en una marcha que protestaba contra el acoso sexual, convocada en su mayoría por estudiantes de la UNAM, destruyó la Bandera Nacional partiéndola en dos para luego ir a quemarla frente a las instalaciones de Rectoría en Ciudad Universitaria. Un mes después, en la misma Ciudad de México, el propio Instituto Nacional de Bellas Artes abre una exposición en la cual la misma promoción exhibe a un Emiliano Zapata de tacones, desnudo, con sombrero rosa y en clara alusión homosexual. El tema no es sencillo pues resulta de esos que contienen aristas peligrosas a cualquier tacto y en cualquier sentido que se enfoque. No obstante decidí que justamente se trata de un asunto que enfrenta la corrección política con el compromiso leal a convicciones, instituciones y a lo que las ha representado. Acaso la corrección que se recomienda es el mantenerse ajeno a los juicios y opiniones que puedan ubicar a uno como conservador escandalizado o como un irreverente pero alivianado liberal exponiendo la propia imagen personal a escrutinios innecesarios e inmisericordes o peor aún, a resbalones públicos con facturas inimaginables. Pues esto de escribir lo que se piensa y se observa no parece a simple vista riesgoso, pero la satisfacción de compartir el pensamiento y el análisis propio de los aconteceres exige un compromiso de lealtad con las ideas propias, más allá de las simpatías con las que eventualmente se llegue a contar. Pues bien, con toda la objetividad de la que pueda hacer uso en mi observación de los fenómenos y su contexto, estimo que en el primero de ellos NADA JUSTIFICA EL ATAQUE A LO QUE REPRESENTA LA BANDERA NACIONAL para un Estado que ha cultivado valores que le son representados en los colores, efigie y diseño del lábaro que nos identifica como miembros de una nación, de una comunidad y país que mal que bien busca la realización de ideales comunes y plantea un orgullo de raza, de lucha, de orden, de proyectos y de satisfactores espirituales sobre los que descansa, a veces poca o a veces mucha, nuestra intención de mantenernos en la esperanza común de unidad, paz y progreso. No se trata de un ataque a un objeto, la intención de publicitarlo y mostrarle ningún respeto es acaso, la muestra de dañar un bien al que intenta tutelar la Ley que reglamenta el uso del Escudo, la Bandera y el Himno Nacional que regula las características y la difusión de los símbolos patrios que representan los valores y la historia de los pueblos los cuales sumados a las costumbres y tradiciones van creando un sentido de pertenencia a la nación y contribuyen para consolidar nuestra identidad. El bien tutelado, que nos inculcaron desde la niñez, es la identidad y respeto hacia la comunidad. Es una institución creada a lo largo de siglos como imagen misma del Estado en que nos encontramos constituidos, del Estado que aspiramos ser y preservar, con independencia de las fallas y omisiones en que el factor humano (de múltiples corrientes, ideologías y colores) haya incurrido en el ejercicio del gobierno. La pregunta lleva mi conclusión: ¿No habrá castigo alguno para quienes escondidos en una marcha de buena causa y en una capucha, aprovechan para atacar en un solo acto a todas los valores del Estado? ¿Son esas actitudes para dividir o para unir? ¿Son convenientes en momentos como el que vivimos en que se requiere un Estado más fuerte, más sólido? El nuevo Gobierno, aunque los anteriores hayan sido peores, debe tener una respuesta inteligente y una acción clara y contundente contra esos provocadores sin temor a que se le llame represivo. Por lo que toca al asunto de Zapata creo que fue un alarde de osadía o una Valoración imprudente e impulsiva de los servidores públicos organizadores. El artista o pintor puede manifestarse exactamente como le plazca pero la exhibición en un lugar público y por el gobierno es otra cosa pues lastima a sectores amplios que además fueron formados como todos nosotros, por el propio Estado Mexicano en una idea que posiblemente llegue a ser en algunos casos dogmática, pero que al fin y al cabo ha cimentado un pilar de la guerra de revolución. Y ¿Qué necesidad hay entonces de provocar desencuentros en protagonismos ociosos? El nuevo Gobierno debe revisar estos temas, sus alcances y aplicar lo establecido en el artículo 56, 56 ter, 56 Quáter, 56 Quintus de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacional. Más vale una colorada que cien descoloridas. Un mes después, en la misma Ciudad de México, el propio Instituto Nacional de Bellas Artes abre una exposición en la cual la misma promoción exhibe a un Emiliano Zapata de tacones, desnudo, con sombrero rosa y en clara alusión homosexual. El tema no es sencillo pues resulta de esos que contienen aristas peligrosas a cualquier tacto y en cualquier sentido que se enfoque. No obstante decidí que justamente se trata de un asunto que enfrenta la corrección política con el compromiso leal a convicciones, instituciones y a lo que las ha representado. Acaso la corrección que se recomienda es el mantenerse ajeno a los juicios y opiniones que puedan ubicar a uno como conservador escandalizado o como un irreverente pero alivianado liberal exponiendo la propia imagen personal a escrutinios innecesarios e inmisericordes o peor aún, a resbalones públicos con facturas inimaginables. Pues esto de escribir lo que se piensa y se observa no parece a simple vista riesgoso, pero la satisfacción de compartir el pensamiento y el análisis propio de los aconteceres exige un compromiso de lealtad con las ideas propias, más allá de las simpatías con las que eventualmente se llegue a contar. Pues bien, con toda la objetividad de la que pueda hacer uso en mi observación de los fenómenos y su contexto, estimo que en el primero de ellos NADA JUSTIFICA EL ATAQUE A LO QUE REPRESENTA LA BANDERA NACIONAL para un Estado que ha cultivado valores que le son representados en los colores, efigie y diseño del lábaro que nos identifica como miembros de una nación, de una comunidad y país que mal que bien busca la realización de ideales comunes y plantea un orgullo de raza, de lucha, de orden, de proyectos y de satisfactores espirituales sobre los que descansa, a veces poca o a veces mucha, nuestra intención de mantenernos en la esperanza común de unidad, paz y progreso. No se trata de un ataque a un objeto, la intención de publicitarlo y mostrarle ningún respeto es acaso, la muestra de dañar un bien al que intenta tutelar la Ley que reglamenta el uso del Escudo, la Bandera y el Himno Nacional que regula las características y la difusión de los símbolos patrios que representan los valores y la historia de los pueblos los cuales sumados a las costumbres y tradiciones van creando un sentido de pertenencia a la nación y contribuyen para consolidar nuestra identidad. El bien tutelado, que nos inculcaron desde la niñez, es la identidad y respeto hacia la comunidad. Es una institución creada a lo largo de siglos como imagen misma del Estado en que nos encontramos constituidos, del Estado que aspiramos ser y preservar, con independencia de las fallas y omisiones en que el factor humano (de múltiples corrientes, ideologías y colores) haya incurrido en el ejercicio del gobierno. La pregunta lleva mi conclusión: ¿No habrá castigo alguno para quienes escondidos en una marcha de buena causa y en una capucha, aprovechan para atacar en un solo acto a todas los valores del Estado? ¿Son esas actitudes para dividir o para unir? ¿Son convenientes en momentos como el que vivimos en que se requiere un Estado más fuerte, más sólido? El nuevo Gobierno, aunque los anteriores hayan sido peores, debe tener una respuesta inteligente y una acción clara y contundente contra esos provocadores sin temor a que se le llame represivo. Por lo que toca al asunto de Zapata creo que fue un alarde de osadía o una Valoración imprudente e impulsiva de los servidores públicos organizadores. El artista o pintor puede manifestarse exactamente como le plazca pero la exhibición en un lugar público y por el gobierno es otra cosa pues lastima a sectores amplios que además fueron formados como todos nosotros, por el propio Estado Mexicano en una idea que posiblemente llegue a ser en algunos casos dogmática, pero que al fin y al cabo ha cimentado un pilar de la guerra de revolución. Y ¿Qué necesidad hay entonces de provocar desencuentros en protagonismos ociosos? El nuevo Gobierno debe revisar estos temas, sus alcances y aplicar lo establecido en el artículo 56, 56 ter, 56 Quáter, 56 Quintus de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacional. Más vale una colorada que cien descoloridas.