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La organización sindical vive una sucesión en cámara lenta: Carlos Aceves está fuera por motivos de salud
00:10 sábado 22 noviembre, 2025
Colaboradores
La Confederación de Trabajadores de México (CTM), la central “obrera” más antigua del país, atraviesa una crisis que ya no se puede disimular.
El octogenario líder Carlos Aceves del Olmo se retiró de la agenda pública desde hace varios meses y, en los hechos, heredó el control a su hija Leticia Aceves Nieto.
Desde entonces, la organización funciona con piloto automático y una consigna que recuerda a Fidel Velázquez: “Quien se mueve no sale en la foto”.
Por respeto, temor o cálculo, nadie habla públicamente de la sucesión; por dentro, en cambio, la central hierve como olla de grillos.
Las patadas por debajo de la mesa se concentran contra Leticia Aceves y su primo Carlos Aceves Amezcua, señalados de tener secuestrada a la CTM por órdenes de “Don Carlos”.
Lo que fue la central obrera más poderosa se volvió, acusan, una organización familiar.
Para contener las críticas, en septiembre, Aceves del Olmo habría designado como secretarios generales adjuntos —hasta febrero de 2026— a Tereso Medina, Ismael Flores, Víctor Fuentes, Fernando Salgado y Gerardo Cortés.
El movimiento contraviene los estatutos, que prevén relevo 30 días después de la ausencia del líder.
Pese a ello, nadie quiere mover un dedo. El único que se dejó ver esta semana fue Tereso Medina: en entrevistas, habló del T-MEC y dijo que sería “un honor” encabezar la CTM, pero evitó cuestionar la opacidad del proceso, la ausencia de Aceves o la herencia del poder a Leticia y su primo.
No es un asunto menor: según cifras federales, ocho de cada diez sindicatos están afiliados a la CTM; el resto se reparte entre otras centrales, como la CATEM del diputado monrealista Pedro Haces.
Y tampoco hay señales de que una organización afín a Morena pueda desplazarla en el corto plazo.
La Confederación no tiene fecha fija para elegir dirigencia; sus estatutos permiten comicios en distintos momentos. Pero el reloj político corre más rápido que la inercia burocrática.
Si el liderazgo insiste en administrar el vacío, la central perderá autoridad moral ante trabajadores, empresas y gobierno. La salida es obvia y urgente: convocar a elecciones verificables, respetar estatutos y cortar el cordón umbilical familiar. La representación obrera necesita más que apellidos: necesita legitimidad.
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EL SENADOR ALEJANDRO MORENO cree que con el uso de las groserías, un lenguaje excesivamente coloquial o gritando a todo pulmón podrá conectar mejor con la gente.
Pero no es así. Lo único claro es que, ante la ausencia de propuestas, lo fácil para Alito es recurrir al simplismo, fajarse a golpes y proferir groserías.
“¡Este pinche narcogobierno de mierda está asesinando a nuestros niños y jóvenes! ¡Ya basta! Son más pendejos que corruptos…”, escribió y gritó en el Senado de la República.
Pero, como reza el dicho popular, “no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre”. Desde el gobierno siempre han considerado que el presidente del PRI es parte de una oposición útil y, si las groserías y los golpes son lo único que trae, todo es bienvenido para poner a la oposición en el lugar en que la quieren.
Tan útil ha resultado que su juicio de desafuero sigue durmiendo el sueño de los justos. Pero todo tiene sus límites. Por eso, el morenista Ignacio Mier le recomendó moderar la bilis. Lo llamó “vandalito” y le dijo que no hay insulto lo suficientemente ruidoso como para tapar el descrédito que él mismo construyó.
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Gritar contra el mal gobierno y la corrupción no limpia tu expediente”.
POR ALFREDO GONZÁLEZ CASTRO
@ALFREDOLEZ